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Actualizado: 19 de mayo de 2025
Pensó además en su cortijo, que estaba a merced del Plumitas, en la vida campestre, que sólo era posible guardando buenas relaciones con aquel personaje extraordinario. Para él debía ser el toro. Sonrió al bandido, que seguía contemplándole con rostro plácido, se quitó la montera, y gritó dirigiéndose a la revuelta muchedumbre, aunque con los ojos fijos en Plumitas. ¡Vaya por ustés!
Y siguió adelante, desapareciendo en una revuelta del camino. A lo lejos, en la antigua barraca de Barret, ladraba el perro olfateando la proximidad de su amo. Al quedar solo, Pimentó recobró su soberbia. «¡Cristo! ¡Y cómo se había burlado de él aquel tío!» Masculló algunas maldiciones, y cerrando el puño señaló amenazante la curva del camino por donde había desaparecido Batiste.
Por allí anduvimos á la ventura durante tres cuartos de hora, atravesando calles y callejuelas, como para ver si notábamos esa especie de gusto clásico que debe reinar en unos lugares donde manda la ciencia. Efectivamente, hay aquí algo de la vida revuelta del estudiante, y del silencio austero del aula.
En este tiempo vino al Visorrey un moro gervino y le dijo que venía de Trípol y que hacía saber que teniendo Dragut nueva cierta que la armada del turco era en viaje para venirle á socorrer y que la nuestra estaba para partir, había mandado llamar á él y á otros moros de la isla y dícholes que viniesen á los Gelves, encargándoles muy mucho que procurasen con los moros de la isla y alarbes, hacer alguna revuelta con los cristianos para entretenerlos que no partiesen tan presto, hasta que llegase su armada, certificando este moro al Visorrey que el armada sería allí dentro de ocho ó diez días; y cuando no hallase ser verdad lo que decía, se pondría en prisión con dos hijos que tenía, para que les cortasen las cabezas.
El Duque le agradeció mucho el aviso y le mandó dar diez escudos. Dende á dos días sucedió la revuelta de quel moro había avisado, en el zoco, donde ellos se ajuntaban á vender el día de mercado. Fueron alarbes los que comenzaron, pero no ganaron nada. En ella murieron dellos más de 50, sin otros muchos que se tornaron en prisión.
Varias veces hemos recorrido los bosques de casuarinas que adornan al Mayon, y al perdernos en aquella revuelta vegetación, hemos caído en esos misteriosos ensueños á que tan propensos son todos los dolores, y en medio de aquellos sueños en que el corazón palpita con fuerza y la imaginación vuela á otras regiones, hemos encontrado una bienhechora sensación en las extrañas vibraciones producidas por las casuarinas.
Pasada la tormenta y revuelta, Segun digimos ya en breve trasunto, El bergantin que fuera á vela suelta, Llegando toma puerto luego junto, Y dando de nosotros nueva cierta, La cosa de esta suerte se concierta. Llegados á la punta de este rio, Quedóse el bergantin grande esperando; El otro atravesó, que vá vacio, Garay en esto viene navegando.
En una revuelta apareció una segunda pareja, y el carnicero moviose en su asiento como si le pinchasen. Eran muchas parejas en camino tan corto. El roder le tranquilizó. Habían concentrado la fuerza del distrito por el viaje de don José. Pero un poco más allá encontraron la tercera pareja, que, como las anteriores, siguió lentamente al carruaje, y el carnicero no pudo contenerse más.
Ramón, vas a llevarme ahora mismo a Tejada a todo escape. El cochero le miró con sorpresa. ¿Se ha puesto peor la señorita? Me parece que sí respondió metiéndose en el coche. Para antes de llegar... en la revuelta del molino, ¿entiendes? Teme asustar a la señorita, ¿verdad? preguntó el cochero con gran penetración. No contestó.
Esto no se ocurre desde luego; pero despues que se reflexiona sobre aquel precioso mosáico, sobre aquella bellísima barbarie, sobre aquella hermosa monstruosidad, encontramos una especie de mesa revuelta, en que no sabemos qué admirar más, si la belleza de las partes, ó el curioso desórden y la rica y fecunda discordancia del conjunto.
Palabra del Dia
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