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Actualizado: 1 de mayo de 2025
Los dias 21, 22, 23 y demás del propio mes hubo un continuado desfile de revolucionarios presentados para tomar parte en el movimiento, de tal modo, que tuve necesidad de salir del Arsenal y pasar á otra casa del mismo Cavite, para dejar tranquilos á los marinos que guarnecían aquel establecimiento.
Todas estas representaciones habían quedado sin respuesta, a pesar de que, según las circunstancias de la época, no había omitido hacer presente la posibilidad de un desembarco de ingleses, de insurgentes americanos, de franceses, de revolucionarios y de carlistas. Igual acogida habían recibido sus continuas plegarias para obtener algunas pagas.
Si el autócrata se hubiera encontrado en el buque volado, su muerte, en el instante preciso en que los audaces revolucionarios se alzaban en armas por tantas partes a la vez, habría sido probablemente el principio del fin; pero por causa de un imprevisto cambio, la corte había tomado la vía terrestre, y entonces las revueltas parciales fueron ahogadas en sangre: de los cabecillas, el único que sobrevivía era Zakunine, que se había mantenido lejos.
Fermín Montenegro era perseguido por homicidio; su proceso seguíase aparte, pero nada perdía la sociedad con exagerar los sucesos, poniendo un muerto más en la cuenta de los revolucionarios. Habían sido condenados muchos a presidio. La sentencia derramaba cadenas con una prodigalidad aterradora sobre el mísero rebaño, que parecía preguntarse con asombro qué era lo que había hecho en aquella noche.
Siguió cultivando su jardín, con la melancólica satisfacción de considerarse a cubierto de los males revolucionarios al abrigo de aquel coloso de piedra que imponía respeto con su majestuosa vetustez. Podrían cercenar la fortuna del templo, pero serían impotentes contra la fe cristiana de los que vivían a su amparo.
El redactor principal del N ... le contestó el secretario, director de una sociedad filantrópica, caballero de Carlos III, por una oda dedicada al rey; socio honorario de todos los clubs revolucionarios de París, por una elegía á Marat.... ¡Redactor del N!... exclamó admirado el interpelante. ¿Entonces hay en Madrid dos periódicos de ese nombre! No, señor don Silvestre.
Pero ellos no tienen la culpa. Tienen la culpa los otros, los sabios, los declamadores, los que les educan, esos malvados charlatanes que profanan el don de la palabra en los infames conciliábulos de las Cortes. Tienen la culpa los revolucionarios, rebeldes á su Rey, blasfemos de su Dios, escarnio del linaje humano. ¡Oh, Dios de justicia! ¿No veré yo el día de la venganza?"
Por otra parte, las preocupaciones unitarias estorbaron que se adoptasen los verdaderos medios militares y revolucionarios para obrar contra el tirano, yendo a estrellarse los esfuerzos intentados contra los elementos que se habían dejado formarse más poderosos.
Hubo lenguas y manos cortadas, cuerpos descuartizados, horca y garrote vil. Areche autorizó barbaridad y media. Con el suplicio del Inca, de su esposa doña Micaela, de sus hijos y hermanos, quedaron los revolucionarios sin un centro de unidad.
Por eso cuando pasa mucho tiempo sin cambio político, cogen el cielo con las manos los sastres y mercaderes de trapos, y con sus quejas acaloran a los descontentos y azuzan a los revolucionarios. «Están los negocios muy parados» dicen los tenderos; y otro resuella también por la herida diciendo: «No se protege al comercio ni a la industria...».
Palabra del Dia
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