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Actualizado: 28 de junio de 2025


Una de las declamaciones más hipócritamente sentimentales que se hacen contra las corridas de toros estriba en ponderar lo útil que es el toro para la agricultura y su mansedumbre y sufrimientos en el trabajo; pero los declamadores hipócritas olvidan o aparentan olvidar el método nefando de que el hombre tiránico se vale para infundir en el toro la tan decantada mansedumbre convirtiéndole en buey.

Pero ellos no tienen la culpa. Tienen la culpa los otros, los sabios, los declamadores, los que les educan, esos malvados charlatanes que profanan el don de la palabra en los infames conciliábulos de las Cortes. Tienen la culpa los revolucionarios, rebeldes á su Rey, blasfemos de su Dios, escarnio del linaje humano. ¡Oh, Dios de justicia! ¿No veré yo el día de la venganza?"

Es verdad que en todos los estados, en todos los pueblos y edades, ha habido declamadores contra tales vicios, pero por degracia han sido los menos, y los mas abandonados, y talvez perseguidos; y mucho mas si las medidas de una sana moral y máximas filantrópicas, estaban en razon inversa de los intereses de unos, de la ambicion de gloria en otros, y de la grosera y estupida ignorancia, especialmente de aquellos que creen estar negado á nuestra era todo lo que no alcanzaron sus mayores.

Palabra del Dia

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