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Actualizado: 22 de mayo de 2025


Don Braulio confesaba al principio, como era cierto, que jamás usaba ni llevaba armas, y hacia el fin de la carta hablaba de un revólver que tenía en el bolsillo. Paco Ramírez veía claro que don Braulio le había comprado o le había adquirido en aquellos días, después de la noche que estuvo de oculto en su casa. ¿Para qué esta adquisición? ¿Qué pensaba hacer su desventurado amigo?

De repente saltó otra vez azorado en el asiento, echando mano al revólver: en el cuarto vecino había resonado un salto violento, pasos precipitados, varios golpes en la puerta, y al punto una voz cascada, angustiosa, que gritaba en castellano: ¡Socorro!... ¡Socorro!... Después, con el intervalo de un lamento, volvió a escucharse en francés: Au secours!... Au secours!...

, se acababa de encontrar en el cuarto de Lea una mujer muerta de un tiro de revólver y con la cara enteramente desfigurada por la herida... ¡Una mujer! repitió Marenval, muy extrañado de la forma de la frase y del tono en que Tragomer la había dicho. ¿Acaso duda usted que la muerta fuese Lea Peralli? Lo dudo.

Hallamos pocos transeuntes en nuestro tortuoso camino, y cuando llegamos a las murallas se oía todavía el tañido de las campanas que daban la bienvenida al Rey. Eran las seis y media y no había obscurecido aún. Mano al revólver me dijo Sarto al acercarnos a una puerta. Si el guarda se da por entendido hay que cerrarle la boca para siempre. Empuñé mi arma.

Durante esta fuga el bandido volvió repetidas veces su cabeza y el brazo derecho armado con un revólver. Dos balas pasaron silbando cerca de don Carlos.

Ocurriósele de pronto una hipótesis: acaso la viajera fuese una miss inglesa o norteamericana, provista de rodrigón y paje con llevar en el bolsillo un revólver de acero de seis tiros.

Después, sangrándole la mejilla, pero apuesto y gallardo siempre, moviéndose en la silla con la facilidad y maestría de costumbre, me saludó; se inclinó también hacia la joven campesina, que se había acercado fascinada; y con un ademán se despidió a su vez de Tarlein, que habiéndose puesto a tiro levantó el revólver y disparó.

«Les esperé para verles salir. Calle tal, número tantos. Me escondí en un portal. ¡Oh!, la suerte de ellos fue que no llevaba revólver...». ¡Matar!... ¿Lección a ella? ¿Y la tuya? ¿La mía, la mía? Ya la tengo, majadero. ¿Todavía quieres más lección? A esa traicionera que se la voy a dar, y gorda. Irás a presidio si matas. Pues iré contenta. ¿Y tu hijito?

El ama de gobierno tuvo que arrodillarse ante él, abrazando sus piernas y recordándole las dulces intimidades de otros tiempos ya olvidados. Sólo así consiguió arrancar de sus manos el viejo revólver con el que pretendía recibir á tiros á los invasores. Por su culpa podían morir fusilados muchos vecinos de la ciudad, según afirmaba su vetusta compañera.

Castro salió al instante del baño. Lo primero que hizo, cuando estuvo envuelto en el capuchón turco con que se secaba, fué coger el revólver y guardarlo bajo llave.

Palabra del Dia

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