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Actualizado: 22 de mayo de 2025
Era curioso espectáculo, en verdad, el de este matón con una baraja en el bolsillo y un revólver al cinto, enviando delante sí, al través de los espesos bosques, su voz en tiernos lamentos sobre la «Tumba de su Nelly», de una manera que habría arrasado en lágrimas los ojos a más de algún espíritu delicado.
Maldito perro, exclamó, cogiendo el garrote que había en el suelo y defendiéndose de Fortuna con un valor increíble a su edad. Entonces salieron precipitadamente dos hombres de mala facha de uno de los carrizales. Llevaban revólver y cuchillo de monte en el cinto y escopetas de dos cañones en las manos.
He ido mermando, mermando, y aquí me tienen, ¡qué puñales!, en este confesonario, donde no me puedo revolver.
A pesar de esto, doña Manuela no quería consultar su voluntad ni revolver los recuerdos del pasado, pues sospechaba que todavía sentía algún afecto por aquel hombre. Un día murió el Fraile de apoplejía fulminante al convencerse de que en la quiebra de uno de sus corresponsales había perdido más de veinte mil duros. Sus negocios no marchaban bien en los últimos años de su vida.
Estuvieron cerca de venir á las manos, porque no falta entre tantos quien gusta de revolver, por hacer daño al enemigo, ó acreditarse con el amigo. Esforzaban entrambas las partes su pretension con razones muy bien fundadas.
Lo único que creía de verdad era lo del tiro, en caso de una derrota alemana. Conozco bien al kaiser seguía diciendo . No es mas que un teniente; un teniente que se ha hecho viejo, conservando los aturdimientos y las petulancias de la juventud. Pero tiene el pundonor del oficial que, al verse perdido, se lleva el revólver á la frente. Ustedes verán cómo termina así, en caso de una derrota.
«Los papeles eran sus compañeros y entretenimiento ordinario: íbalos recogiendo para dar una parte de los negocios grandes que habían pasado por sus manos y por las de su padre... . Se empleaba en revolver sus historias y borradores... ¡qué bocados le traía al oído la soledad! .»
Yo le mandé que él y un gañán se colocasen tras las dos hojas. «Cuando os diga «¡ahora!», abrís de par en par.» Monté en la jaca y me puse el revólver en la mano. «¡Ahora!» Se abrió la puerta, y yo salí echando demonios. Ustés no saben lo que es la probesita de mi jaca. Me sortaron no sé cuántos tiros, pero ¡na!
Cuando estén más cerca... comenzó Cayé. Una bala de winchester pasó silbando por la picada. ¡Entrá! gritó Cayé a su compañero. Y parapetándose tras un árbol, descargó hacia allá los cinco tiros de su revólver. Una gritería aguda respondióles, mientras otra bala de winchester hacía saltar la corteza del árbol. ¡Entregáte o te voy a dejar la cabeza...! ¡Andá no más! instó Cayé a Podeley. Yo voy a...
Sí, lo que es el tiro me lo pego; vaya si me lo pego... Lo malo es que no tengo revólver... Se me está figurando que al fin y al cabo no me pegaré tiro ninguno. Es uno así, tan dejado, que no se arranca... Ya voy viendo yo que una cosa es decir uno de buena fe que se mata, y otra cosa es hacerlo... Pero en fin, yo sigo en mis trece, y al fin, me lo tendré que pegar, no habrá más remedio». vi
Palabra del Dia
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