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Contemplaba sus retratos en las diversas óperas por ella cantadas; una numerosa colección de hermosas fotografías, llevando al pie el nombre del gabinete en casi todos los idiomas de Europa; en alfabetos raros que hacían parpadear a Rafael.

Crispaba sus labios en ambas extremidades aquel pliegue oblicuo, huella de la amargura, del desprecio, del escepticismo, del vicio cansado siempre y no satisfecho nunca, que aparece tan al vivo en los buenos retratos de Byron, como si por allí se deslizaran todavía aquellas abrumadoras palabras de su último lamento: ¡Por todas partes, implacable y frío, Fue detrás de mis pasos el hastío!...

Ya había contado dos o tres veces todos los retratos que adornaban la sala y hasta las vigas del techo, cuando percibí junto a un ligero ruido. Producíalo una puerta mal cerrada que el viento acababa de abrir. Me acerqué a ella y vi un lindo gabinete, iluminado claramente por dos grandes ventanas y una puerta de cristales, que daban a un jardín espléndido.

Ramiro se puso en pie bruscamente. ¿Qué había escuchado? ¡Vender los retratos de sus mayores!

Así la veía uno por todos lados; la veía en el exterior de los edificios como en el interior de los mismos; en la sala en donde se recibía al huésped como en las habitaciones privadas; en los talleres de tabaquería, en número bastante considerable, hasta el punto de haber podido yo contar seis retratos en un mismo taller. Y en todas partes le hablaban a uno de Martí.

Ignoro si mis compañeros de profesión se me parecen a este respecto... En cuanto a , soy un fisonomista detestable y estoy firmemente persuadido de que mis diagnósticos psicológicos resultan siempre falsos... Te juro que nunca puedo penetrar a fondo en el alma de las personas cuyos retratos hago... les presto, verosímilmente, multitud de pensamientos y pasiones; de virtudes y vicios a que ellos son de todo punto ajenos.

Era un patriarca prolífico, que había prodigado su sangre en varios distritos de la isla persiguiendo a las payesas, sin perder nada de su gravedad, y al dar a besar la mano a algunos de los hijos legítimos que vivían en su casa y llevaban su apellido, decía con voz solemne: «¡Dios te haga un buen inquisidorEntre estos retratos de los Febrer ilustres veíanse algunos de mujeres.

El «terror», en Hervieu, como en Maupassant, no se , y he aquí su fuerza; es la fuerza de «Lo otro», de lo que nadie sabe; el poder atrayente y poderoso de los cuartos cerrados, de los viejos retratos, de los cortinajes que el viento estremece suavemente ante la puerta de las habitaciones á oscuras... Un determinismo absoluto y perfectamente razonado rige lo maravilloso en Hervieu.

Los compañeros de Rafael escuchaban con tanta atención como éste. Les agitaba la malsana curiosidad de las pequeñas poblaciones donde el ahondar de la vida ajena es el más vivo de los placeres. Y ahora viene lo bueno continuó don Andrés, El loco del doctor tenía dos santos: Castelar y Beethoven, cuyos retratos figuraban en todas las habitaciones de su casa, hasta en el granero.

De este período de su vida quedan dos retratos en busto de Felipe IV: uno en la Galería Nacional de Londres con traje negro bordado de oro, y el de Madrid donde la ropilla, también negra, esta huérfana de adorno, sin que sobre ella resalte más nota clara que el blanco lienzo de la valona lisa y tiesa que la separa del rostro.