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El Duque. La fragata vino, como dice D. Alvaro, antes una hora más tarde que más temprano, la cual vimos él y yo llegar á tierra y en ella el Comendador Guimarán y otro gentil-hombre que en el vestir y la manera me paresció que venía de fuera, y luego lo dije á D. Alvaro, y que me parescía que debía de haber alguna nueva, y en esto caminé hacia los dos, y Guimarán se adelantó á y me dijo suso: «Vamos de aquí, que el armada es con nosotros;» y yo le dije: «¡CómoRespondióme: «Este caballero que viene conmigo, que se llama Copones, es de mi tierra: viene con la nueva de parte del gran Maestre y avisa cómo el armada tocó en el Gozo y fué vista de todos, y se pasó un renegado español y dijo cómo venía á Trípol derecha, y que á la cuenta de la navegación que ella había hecho, llegaría aquella noche y otra podría venir á los GelvesYo le respondí que cómo nos habíamos de ir; él me respondió que nos embarcásemos en aquella fragata D. Alvaro y él y yo, y que nos fuésemos á las galeras con Juan Andrea y los demás, los cuales estaban determinados de irse luego.

Interesóme de veras el caso, porque vistos los antecedentes del «caballero» aquél y de sus fidalgos camaradas, no era para tomarlo a risa; y después de meditar un poco mientras Facia gemía y se retorcía las manos cadavéricas, la dije: ¿De manera que eso ha de suceder esta misma noche? Así fue la amenaza respondióme, casi sin voz para ello.

Es Farinelli respondiome el oficial de guardias, que tenía todavía el sombrero en la mano.

Respondiome: «Amigo carísimo, de mi voluntad es la instancia grande, pero de parte de la experiencia de muchas personas bien entendidas y verdaderas hallo el impedimento, que es, ser el primer año recibido por gran pintor; al segundo año, no hacerse caso de , porque viendo presente la persona se le pierde el respeto; y lo confirma esto el constarme haber visto algunas obras de excelentes maestros de esos reinos de España, ser muy poco estimadas: y así juzgo que España es madre piadosa de forasteros y cruelísima madrastra de los propios naturales» : amargo convencimiento que no debió de borrar en su corazón el amor a la Patria, pues firmó muchas de sus obras poniendo: José de Ribera, español, de Jativa.

Tranquilicé a mi Psiquis, y besándola, de su mente aparté las inquietudes y sus zozobras disipé profundas, y convencerla que siguiera pude. Llegamos hasta el fin; ¡ojalá nunca llegara! Respondiome: «Ulalume», esta es su tumba, ¡la tumba de tu pálida Ulalume!

Pidiendo informes sobre el uso de aquel aparato, averigüé que era la mesa «perezosa» a quien había aludido mi tío en el comedor. Y ¿para qué la ponen ahora? preguntéle. Para cenar los criados en cuanto nosotros nos larguemos de aquí respondióme.

Respondióme por última resolución que en ninguna manera convenía á la reputación de aquella armada que se entrase por leñame especialmente, que podría suceder algún peligro á alguna galera.

»Señor, nada que no sea natural respondiome, que la hora se aproxima, que llega el instante... »¿Cuál? »¿No lo adivina usted? El Cielo le había concedido sesenta años de vida, y tenía usted ya treinta cuando empecé a cumplir sus deseos. »¡Yago! exclamé con terror, ¿hablas formalmente? », señor. En cinco años ha consumido usted en gloria veinticinco de existencia.

»Juanita respondiome con voz conmovida y estrechando mis manos: no me lo pregunte, no me pida explicaciones; no le podré satisfacer. »Así, pues, ¿conoce usted eso secreto? », me lo ha revelado, pero no como al amigo, sino como al ministro del Señor... y bajo el secreto de la confesión. »Una sola palabra le dije: ¿sigue amándome aún? »Más que nunca. »¿Está libre?

»Abusas de mi bondad respondiome, haciendo un gesto de burla... Pero, en fin, te concedo hasta la puesta del sol. Después no me pidas más. Hasta el ocaso, pues. Vendré por tiHoy continuó el desconocido con desesperación, es el último día de mi vida, el único que me queda!...