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Actualizado: 19 de mayo de 2025


Mandola acostar, y entretanto, pasó el farmacéutico a la sala, haciendo que atendía al juego de las damas. No podía tener tranquilidad mientras Maxi estuviera allí, ni se fiaba de sus apariencias resignadas y filosóficas. Con disimulo, y fingiendo que le hacía cosquillas, por jugar, le tocó los bolsillos, temeroso de que llevara algún arma. Pero nada encontró en su disimulado reconocimiento.

Ahora, entre vosotros, me figuro que soy vuestro hermano y que debo ir por el mundo con la mano extendida, y como nací señor, me encuentro con más ánimo de bandolero que de mendigo, ¡Pobres miserables, almas resignadas, hijos de esclavos, los señores os salvaremos cuando nos hagamos cristianos!

Bajo el cielo, resignadas, reposan las aguas melancólicas. Las torres y las sombras se confunden de tal modo que todo parece suspendido en el aire, mientras que desde una torre orgullosa, la Muerte como un espectro gigante, contempla la ciudad que yace a sus pies.

Además, entre las solteras voluntarias y las que no lo son, hay que colocar a las resignadas. ¡Ah! dije interesada, ¿en qué se puede reconocer a éstas; en el color de sus cintas, en la flor de sus sombreros, en la armonía de su traje?... No respondió el cura, divertido por mi interés. Se las conoce... ¿cómo diré yo?... en su resignación, qué diablo... Son blandas, grisáceas, dulces y borrosas.

En seguida clasifiqué a las personas que pasaban en mis tres grandes divisiones: Solteronas voluntarias. Solteronas resignadas. Solteronas recalcitrantes. Vuelta a casa, continué mis meditaciones y he aquí lo que llegué a poner en claro en conjunto. La solterona voluntaria, diga lo que quiera el padre Tomás, se distingue a primera vista. Es viva, aunque sea reumática y sobre todo si es nerviosa.

A su alrededor, olvidadas por los vientos que no las agitan jamás resignadas bajo los cielos, reposan las aguas melancólicas.

Cerraban la marcha los padres de las muchachas, envejecidos antes de tiempo por las fatigas y sobriedades de la vida del campo, pobres bestias de la tierra, sumisas, resignadas, negras de piel, con los miembros secos como sarmientos, y que en la modorra de su mente recordaban cual una vaga y remota primavera los años del festeig.

Otras, en cambio, vienen a ser lo que las clases productoras en las sociedades humanas. Linneo llamó a las gramíneas los proletarios del reino vegetal. No le faltaba razón a Linneo, porque no hay entre todas las plantas otras más humildes, más laboriosas, y, sobre todo, más resignadas.

Y esta procesión de resignadas tristezas, este carnaval doloroso, venía de los jardines, reconfortado por la alegría matinal, sintiendo renovada su voluntad de vivir.

Son esas muchachas suavemente tristes, humildes y resignadas, que tienen ojeras muy hondas y pobres manos santificadas por el culto heroísmo de la lucha diaria: que van tocadas con gráciles sombreros y vestidas con una coquetería un poco triste por lo usado y deslucido del atavío.

Palabra del Dia

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