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Actualizado: 12 de mayo de 2025
Los otros médicos del distrito eran recibidos por los enfermos con triste resignación. ¡Don Luis: sólo el doctor Aresti!
Hasta el presente es sólo a mí, de toda la familia, a quien quiere. Claro está que no hablo del pequeño marqués: ya sabe usted que lo quiso desde el primer día. En cambio manifiesta a mi pobre hijo una indiferencia que se parece mucho al odio. También es verdad que ya no le maltrata como antes y soporta sus atenciones con una especie de resignación.
Yo tuve la fortuna de inspirarle una fe y una resignación que ella no sentía como yo, al nacer la amistad que nos ha unido; pero ha muerto en la esperanza y, creo poder asegurarlo, en gracia de Dios. ¡Qué vacío ha dejado junto a mí semejante pérdida!
Por dicha, Clara carecía de aquel orgullo, de aquel imperio de su madre, y el lado obscuro y tenebroso de su espíritu estaba suavemente iluminado por un rayo celeste de humildad, resignación y mansedumbre. Clara era mil veces más amante que su madre, y se abandonaba á la dulzura de amar, si bien con recelo siempre de pecar amando.
Hasta el padre sacudió la cabeza, alzó con elocuente resignación los hombros, y rompió el primero a andar. A su lado iba el jesuita, que estiraba su corta estatura para hablarle, sin conseguir, a pesar de sus laudables esfuerzos, que el cerquillo de su corona pasase más allá de los atléticos hombros del viejo afligido.
Y el Esclavo-Montaña pues al separarse Flimnap de él había dejado de ser gentleman se sumió otra vez en su resignación servil. Durante la noche tampoco podía pensar en fugarse. Las máquinas aéreas enviaban de vez en cuando la luz de sus faros sobre el cuerpo de Gillespie, interrumpiendo su sueño. Además, los hombres que preparaban su comida dormían en torno de él.
Mi pobre esposo ha sufrido una pérdida de cuatro mil doscientos pesos. El comerciante encargado de vender el vino se ha declarado en quiebra. Esta gran desgracia mi marido la sufre con la mayor resignación. Según se dice, el comerciante de vinos, que es de Nuits, resulta ser un desgraciado, pero de una honradez sin límites.
¡Es necesario! insistió Francisco con mayor energía. Había en su acento algo tan imperativo que ya no resistió más. Venga usted murmuró con sorda resignación.
El marido y las hijas se contentaban con hacer aquel gesto de resignación y dolor, que cada vez iba maravillando más al viajero. Después de estar algún tiempo de sobremesa, retirose a descansar. Cuando por la mañana se levantó, encontró a toda la familia muy triste y como consternada. Les preguntó en seguida con interés qué les pasaba de malo. ¡La pobre madre! exclamó una de las niñas.
Paco Gómez, sin desconcertarse, comenzó a palpar su rostro con ademanes cómicos, fingiendo una muda resignación que hizo sonreír a los presentes. Amalia, para cambiar esta peligrosa conversación, exclamó: ¡Miren, miren cómo D. Santos se aprovecha de nuestra distracción!
Palabra del Dia
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