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Actualizado: 7 de julio de 2025
Pero en seguida de la marcha entró en él, y no halló la respuesta, que no recibió hasta por la noche, cuando estaba ya acampado á seis leguas de distancia; donde llegó un oficial de la guarnicion de aquella villa, con la respuesta de su comandante, en que participaba hallarse sitiado todavia por 12,000 indios, que seguian las banderas de Tupac-Catari, quienes los combatian con el mayor teson, y que sus tropas se hallaban cansadas por los repetidos asaltos que habian sufrido y rechazado.
La negra cola de la serpiente acababa de deslizarse y desaparecer entre dos baldosas. La doctora, que había huído gradas abajo ante esta aparición, obligó á descender á Freya con sus repetidos llamamientos. El gesto agresivo del capitán despertó en su acompañante un nervioso rencor. Creía conocer á este reptil.
Fiad empresas delicadas a hombres ignorantes y populacheros que no tienen más cualidad que un valor ciego y frenético. No quiero contar los repetidos desastres de la expedición. Sufrimos tempestades, aguantamos todo género de desdichas, y para colmo de desgracia, lejos de hacer cosa alguna de provecho, parte de las tropas desembarcadas en Asturias cayeron en poder de los franceses.
Para entretener su impaciencia paseó por la calle que conduce á la basílica, toda de barracones y tiendas con estampas y recuerdos piadosos, que hacen de ella un largo bazar. Aquí y en los jardines inmediatos á la iglesia sólo vió heridos convalecientes que guardaban en sus uniformes las huellas del combate. Los capotes estaban sucios á pesar de los repetidos cepillamientos.
El jueves pasado murió Luis Velez de Guevara, natural de Ecija, Uxier de Cámara de S. M., bien conocido por mas de 400 Comedias que ha escrito, y por su gran ingenio, agudos y repetidos dichos, y ser uno de los mejores cortesanos de España. Murió de 74 años de edad. Dexó por Testamentarios á los Sres. Conde de Lemos y Duque de Veraguas, en cuyo servicio esta D. Juan Velez su hijo.
Ahora bien; léase con atención el último libro del señor Cané y se encontrará confirmada la exactitud de esa pintura en muchos y repetidos pasajes. Y casi me atrevería a asegurar que es justamente en los pasajes en que el autor se ha abandonado con más naturalidad a esa tendencia, que el lector con más justicia se complace.
Algunas noches cuando la tempestad alumbraba con cárdenos reflejos las cumbres de la serranía, me complacía yo en admirar los fuegos de la tormenta, los relámpagos que se sucedían sin cesar con el estrépito de mil truenos que, repetidos por los ecos, aumentaban la grandeza de aquel espectáculo celeste, como si a toda carrera cruzaran por el cielo cien trenes de guerra, al estallido de mil y mil cañones.
Tiempo hacía que palpitaba el odio entre unos y otros. En los caminos por la noche, en las esfoyazas y romerías se habían producido repetidos choques. Pero los mineros llevaron siempre la mejor parte porque empleaban las armas blancas y alguna vez también las de fuego, mientras se valían sólo de sus palos los montañeses.
Se hizo cargo que nuestra Corte estaba empeñada en sostener una guerra contra los Ingleses, que ocupaban toda su atencion: que los excesivos clamores de los mercaderes y comerciantes, contra los nuevos impuestos repetidos muchas veces á los compradores, desde sus almacenes y mostradores, sin otro motivo que el de ver disminuida su excesiva ganancia, habian penetrado no solo los corazones de los indios, sino los ánimos de todos: que se prestaban gratos los oidos á las voces de libertad é independencia, y que su propio corregidor, D. Antonio de Arriaga, estaba excomulgado por el Obispo del Cuzco, cuya providencia espedida imprudentemente por aquel prelado, en ocasion tan peligrosa, habia atraido contra él los ánimos de sus provincianos, creyó no podia presentarsele coyuntura mas favorable para establecer su dominio: y persuadido por todos accidentes que reconocia, hallaria un apoyo general para realizar su temerario intento, lo puso en egecucion.
Apenas viose distintamente a la anciana labradora, con la fusta en la mano, sentada en un haz de paja, cuando en todas partes resonaron, repetidos por el eco, gritos de: ¡Viva Francia! ¡Viva la señora Catalina! Hullin, que se había quedado atrás, con el sombrero sobre la nuca y el viejo fusil en bandolera, atravesaba en aquel momento la pradera de Eichmath repartiendo fuertes apretones de manos.
Palabra del Dia
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