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Actualizado: 31 de mayo de 2025
»Aquella misma noche volvió nuestro renegado, y nos dijo que había sabido que en aquella casa vivía el mesmo moro que a nosotros nos habían dicho que se llamaba Agi Morato, riquísimo por todo estremo, el cual tenía una sola hija, heredera de toda su hacienda, y que era común opinión en toda la ciudad ser la más hermosa mujer de la Berbería; y que muchos de los virreyes que allí venían la habían pedido por mujer, y que ella nunca se había querido casar; y que también supo que tuvo una cristiana cautiva, que ya se había muerto; todo lo cual concertaba con lo que venía en el papel.
En resolución, la armada volvió a Constantinopla, triunfante y vencedora: y de allí a pocos meses murió mi amo el Uchalí, al cual llamaban Uchalí Fartax, que quiere decir, en lengua turquesca, el renegado tiñoso, porque lo era; y es costumbre entre los turcos ponerse nombres de alguna falta que tengan, o de alguna virtud que en ellos haya.
En esto estaban cuando entró don Antonio, diciendo con muestras de grandísimo contento: ¡Albricias, señor don Quijote, que don Gregorio y el renegado que fue por él está en la playa! ¿Qué digo en la playa? Ya está en casa del visorrey, y será aquí al momento.
» Mi hijo insistió con voz tremenda el espectro no tiene obligación de saber esas cosas, ni sus padres la tienen tampoco: lo que saben los padres y el hijo, porque son bautizados y no han renegado nunca de serlo, es que hay que bajar la cabeza cuando pasan las iras del cielo, como pasan ahora para castigo de usted. Quien la hizo, que la pague.
Creyó con esto limpiar el alma de la mácula horrible de sus amores de renegado, mostrando, por fin, al Señor, que ya no quedaban en su corazón ni vestigios del pasado apegamiento. Al siguiente día, Ramiro cayó en un estado casi agónico. Sólo doña Guiomar, acompañada de Casilda y de una antigua doncella, le asistieron. Había perdido mucha sangre.
Y, estando en esta duda, llegó a nosotros nuestro renegado diciéndonos que en qué nos deteníamos, que ya era hora, y que todos sus moros estaban descuidados, y los más dellos durmiendo. Dijímosle en lo que reparábamos, y él dijo que lo que más importaba era rendir primero el bajel, que se podía hacer con grandísima facilidad y sin peligro alguno, y que luego podíamos ir por Zoraida.
UN HOMBRE. ¡Demonio, qué injusticia! se concede eso a un renegado y se me negaría quizás a mí. JUANA. Mira, Pepa, los penitentes con el ataúd. PEPA. Detrás va el verdugo ¡Virgen santa! no es feo para ser un verdugo; sólo que está muy pálido. JUANA. Muy sencillo; es el verdugo de Córdoba que viene a reemplazar al nuestro, y como nunca ha matado aquí... pues, claro, se encuentra cohibido...
Español, batía el remo en las liburnas romanas; cristiano, tripulaba las naves sarracenas en la Edad Media; súbdito de Carlos V, pasaba, por un azar guerrero, de las galeras de la cruz á las de la media luna, y llegaba á ser reis de Argel, rico capitán de mar, haciendo famoso su nombre de renegado.
Don Antonio dijo que si el renegado no saliese bien del caso, se tomaría el espediente de que el gran don Quijote pasase en Berbería.
El Duque. La fragata vino, como dice D. Alvaro, antes una hora más tarde que más temprano, la cual vimos él y yo llegar á tierra y en ella el Comendador Guimarán y otro gentil-hombre que en el vestir y la manera me paresció que venía de fuera, y luego lo dije á D. Alvaro, y que me parescía que debía de haber alguna nueva, y en esto caminé hacia los dos, y Guimarán se adelantó á mí y me dijo suso: «Vamos de aquí, que el armada es con nosotros;» y yo le dije: «¡Cómo!» Respondióme: «Este caballero que viene conmigo, que se llama Copones, es de mi tierra: viene con la nueva de parte del gran Maestre y avisa cómo el armada tocó en el Gozo y fué vista de todos, y se pasó un renegado español y dijo cómo venía á Trípol derecha, y que á la cuenta de la navegación que ella había hecho, llegaría aquella noche y otra podría venir á los Gelves.» Yo le respondí que cómo nos habíamos de ir; él me respondió que nos embarcásemos en aquella fragata D. Alvaro y él y yo, y que nos fuésemos á las galeras con Juan Andrea y los demás, los cuales estaban determinados de irse luego.
Palabra del Dia
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