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De ahí que María Teresa encontrase plenamente excusable el descontento de aquella alma poco dispuesta a regocijarse del éxito de sus compañeras. Confortada por estas reflexiones, la joven consideró que era una tontería atribuir importancia a las invenciones que germinaban en el cerebro ligero de Diana.

De todos modos, a nadie se le oculta que las letras cuentan con pocos apasionados en España. La prensa periódica, en vez de difundirlas y alentarlas, contribuye no poco con su desvío a la tristeza y languidez en que vegetan. Pero como no existe en este mundo tan relativo nada absolutamente bueno o malo, pienso que hay en tal desvío algún motivo para regocijarse.

Soberbio, engreído estaba Morsamor por todo ello. Y sin embargo, en vez de ensancharse su corazón y de regocijarse, se sentía abrumado en aquellos momentos por amarga tristeza. Un enjambre de pensamientos desconsoladores acudían a su espíritu y le atormentaban y picaban con ponzoñoso estímulo.

Pronto se encaminó á la corte, y pudo regocijarse de haber conseguido la protección de D. Fadrique de Toledo, primer duque de Alba. Temprano debió desarrollarse su talento poético, pues ya en 1492, como á la edad de veinticuatro años, publicó una colección de sus obras.

: lo conocí, ¿No me reveló ese secreto la voz íntima de mi corazón desde la primera vez que le , y después cuantas veces le he visto desde entonces? ¿Por qué no lo comprendí? ¡Oh Ester Prynne! ¡qué poco, qué poco conoces todo el horror de esto! ¡Y la vergüenza!... ¡la vergüenza!... ¡la horrible fealdad de exponer un corazón enfermo y culpado á las miradas del hombre que con ello tanto había de regocijarse!... ¡Mujer, mujer, eres responsable de esto!... ¡Yo no puedo perdonarte!

Su amor era semejante al agua que se desliza secreta y soterrada, hasta que llega un punto donde surge y brota, trocándose la inútil e ignorada corriente en manantial fresco y fecundo. ¿Sería don Juan quien en él apagara su sed? ¿Lo enturbiaría luego? Ello fue que tampoco aquella noche perdió el pudor sus fueros ni tuvieron por qué regocijarse los diablos.

En esto fueron razonando los dos, hasta que llegaron a un pueblo donde fue ventura hallar un algebrista, con quien se curó el Sansón desgraciado. Tomé Cecial se volvió y le dejó, y él quedó imaginando su venganza; y la historia vuelve a hablar dél a su tiempo, por no dejar de regocijarse ahora con don Quijote. Capítulo XVI. De lo que sucedió a don Quijote con un discreto caballero de la Mancha

La tierra parecía regocijarse, saludando al sol andaluz y á su admirable cielo con un concierto de armonías y una voluptuosa evaporación de aromas delicados. Después de Loja, el camino sigue ascendiendo y caracoleando por entre bellas colinas bien cultivadas hácia el corazón de la Sierra.

El aire en calma no daba ningún consuelo a los pulmones, y sólo las moscas parecían regocijarse en la pesada y miasmática atmósfera, como sibaritas viviendo en medio de todas las delicias que puede apetecer su naturaleza. Gracián reprendió con cierta aspereza a Pedro López su afán de dar noticias fúnebres que afligían y apocaban a la pobre enferma.

Después los fieles de rostros bermejos se volvieron a su casa a través del frío negro y picante, sintiéndose libres, durante el resto del día, de comer, de beber y de regocijarse, usando sin temor de aquella libertad cristiana. En la reunión de familia en casa del squire Cass celebrada ese día, nadie habló de Dunstan nadie sentía la ausencia, y temía que fuera a ser larga.