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Actualizado: 10 de octubre de 2025
Entró en palacio. La sombra de la catedral, prolongándose sobre los tejados del caserón triste y achacoso del Obispo, lo obscurecía todo; mientras los rayos del sol poniente teñían de púrpura los términos lejanos, y prendían fuego a muchas casas de la Encimada, reflejando llamaradas en los cristales. El Magistral llegó hasta el gabinete en que el Obispo corregía las pruebas de una pastoral.
la pálida frente pura reflejando la hermosura del amor de los amores, de la maternal ternura olvidaba en la locura de su espanto los horrores. ¡Oh tu amor cuál te amedrenta! dijo Ataide conmovido. ¡Sí, de la brava tormenta Ayela exclamó el rugido en mi corazon herido siento horrible y me amedrenta!
Tal es, en mi humilde entender, la causa, de que la pintura española de aquella época no sirva, como sirve la de los países del Norte, para completar el estadio de la Patria, reflejando las costumbres que es un modo de reflejar el alma de la nacionalidad.
Jesús, con su nimbo dorado que brillaba entre las sombras reflejando la última y triste claridad de la ventana, y su luenga túnica de infinitos pliegues, extendía las manos hacia ella, clavándole al mismo tiempo una mirada dulce y profunda.
Giró varias veces sobre sí misma, y descendió rápidamente trazando una pequeña curva, reflejando sobre su pulimentada superficie algunos pálidos rayos. El anciano vió saltar gotas, oyó un ruido quebrado y el abismo se cerró tragándose el tesoro.
Á ratos se acerca á la falda de los montes y en apacible remanso medio oculto entre alisos y mimbreras les cuenta sus secretos; á ratos se adelanta al medio de la vega y marcha soberbio y silencioso reflejando los plantíos de maíz. Mirad, mirad cómo ahuma el techo de mi casa exclamó Bartolo señalando al fondo. Sin duda la tía Jeroma te prepara la borona.
Reflejando en el camino el hermoso transparente del cielo El desierto se anima con tu presencia Y a un aliento de tus aguas Se inclina el árbol añoso Cobijándote en sus ramas. A tu lado, los alegres pajarillos cantan sus amores Y los hombres han de arrodillarse para beber de tus aguas. «Aquí beberá el caminante», dijo una voz.
Desde esta altura sus ojos abarcaban únicamente el segundo término, o sea el mar inmóvil, que parecía cubierto de una costra diáfana y transparente, una costra de vidrio reflejando el azul denso y pastoso de la profundidad.
Vestía el poderoso comerciante su mejor paño, la dama elegante su mejor seda, y los muchachos artesanos, lo mismo que los hombres del pueblo, ataviados con sus pintorescos trajes salpicaban de vivos colores la masa de la multitud. Movíanse en el aire los abanicos, reflejando en mil rápidos matices la luz del sol, y los millones de lentejuelas irradiaban sus esplendores sobre el negro terciopelo.
Volvió a encorvarse sobre los remos bogando por el centro del río, sobre las aguas que temblaban reflejando la luna, como si quisiera que la arboleda de ambas orillas gozase por igual en la contemplación de la amorosa escapatoria.
Palabra del Dia
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