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Actualizado: 4 de junio de 2025
Su revolución consistía en «darle tapadera», entendiéndose por esto que cada uno, encerrado en su celda, golpease la puerta con el redondel que tapaba el orificio de su letrina, armando a un tiempo tal estrépito, que se conmovía toda la cárcel.
Al llegar, su motor lanzaba tres rugidos, é inmediatamente descendía de lo alto un cable con dos ganchos que sujetaban automáticamente el plato. Una grúa fija en el borde de la mesa subía el enorme redondel de metal repleto de viandas humeantes. Varios hombres de fuerza se agarraban á sus bordes al verlo aparecer, empujándolo hasta las manos del coloso.
Y sobre este organismo supremamente distinguido un rostro alargado por el mentón en punta, con un pequeño redondel rojo, la boca; dos almendras enormes y negras, los ojos; dos tirabuzones sobre las orejas iguales á las patillas de un «toreador», y una torre de pelo mixto, con rizos propios y ajenos. La Venus moderna, tal como la adora en sus geniales ensueños un iluminador de figurines.
Los tendidos se iban poblando lentamente, y desde aquí al redondel mediaban saludos y gritos entre unos y otros, que convertían la plaza en un mercado. La voz de los vendedores de naranjas salía entre todas las demás; y las naranjas, cuando alguno las demandaba, volaban rápidas y certeras de las manos de aquéllos a las del comprador, por encima de las cabezas.
Yo observé la estupefacción de la muchacha, y le dije: ¿Le gusta a usted este espectáculo? Muchísimo. Nos habían dicho que era muy feo, pero es bonito. ¿Quién es aquel señor que está en medio del redondel? Es el presidente. Es el que dirige esto. Ya, ya... Y cuando quiera mandar una cosa, sacará el pañuelo y lo agitará en el aire. No, señora doña Presentacioncita.
Ya pisaban el redondel; ya estaban frente al público: llegaba la realidad. Y las ansias de gloria de sus almas bárbaras y sencillas, el deseo de sobreponerse a los camaradas, el orgullo de su fuerza y su destreza, les cegaba, haciéndoles olvidar temores e infundiéndoles una audacia brutal. Gallardo se había transfigurado.
Un buen rato se estuvieron los lidiadores entre barreras, celebrando consulta, hasta que al fin, estimulados por los amigos de los tendidos, que no cesaban de perseguirles con gritos y pullas, y por el poquillo de vergüenza que todavía les quedaba, después de la salida del toro, se decidieron a entrar de nuevo en el redondel.
Vió Edwin á su amiga, á través del nítido redondel, considerablemente agrandada. A pesar de su obesidad era relativamente joven, sin una arruga en el plácido rostro ni una cana en la corta melena.
Tan bueno, tan noble... Algunos echaban el cuerpo adelante, rugiendo de furia, como si fuesen a arrojarse de cabeza en el redondel. ¡Ladrón! ¡Hijo de tal!... ¡Martirizar así a un bicho que valía más que él!... Y todos gritaban con vehemente ternura por el dolor de la bestia, como si no hubiesen pagado para presenciar su muerte.
Y avanzó los labios cual si pretendiese acariciarle desde lejos con su sonrosado redondel, siendo este gesto una promesa de lo que haría seguramente luego, cuando se viesen solos.
Palabra del Dia
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