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Actualizado: 4 de junio de 2025


Los espadas igualmente pinchaban donde podían, sin aproximarse jamás, ni por casualidad, al sitio verdadero. En vano saltó el Cigarrero más de veinte veces al redondel a poner orden; en vano les arreglaba los novillos y se los cuadraba, de suerte que no había más que dejarse caer; de todos modos la confusión, el ruido y las atrocidades de todo género no cesaron en toda la tarde.

Decía, pues, que en veinte leguas a la redonda, tomando a Villafría por centro del círculo o redondel, no había más honrado y virtuoso varón que su administrador: que el ahorro de cuatro mil duros al año que D. Acisclo se jactaba de haberle hecho era de la más rigurosa exactitud; y que por consiguiente todavía le salía deudor, en los veinte años que había administrado sus bienes, de algo más de 80.000 duros.

Carmen se estremeció con esta proposición. ¿Ver la corrida?... No. Había llegado hasta la plaza con un esfuerzo de su voluntad, y se arrepentía de ello. Le era imposible resistir la presencia de su marido en el redondel. Nunca le había visto toreando. Aguardaría allí hasta que no pudiese más.

Está rodeado de altas y descarnadas montañas que forman un anfiteatro en el cual la superficie tranquila del agua forma el redondel. Nos asomamos por uno de los peñascos que lo circundan. La soledad de aquel sitio es aterradora y oprimió mi corazón.

Bajó al redondel, y desde allí pudo hacerse notar de ella, y la saludó ceremoniosamente con el sombrero.

Y tendía su puño amenazador hacia un punto del horizonte, precisamente el opuesto al lugar donde emergía el periscopio. Vió Ferragut en el redondel azul de las lentes cómo este tubo subía y subía, engrosándose.

Sonaban los aplausos, pero eran flojos y desmayados después de las anteriores ovaciones. El público estaba quebrantado por el delirio de su entusiasmo, y atendía distraídamente a los lances que se desarrollaban en el redondel. Se entablaban vehementes discusiones de grada a grada.

Gallardo pareció llenar el redondel con su movilidad y su atrevimiento, ansioso de vencer a todos los compañeros y que los aplausos fueran sólo para él. Nunca le habían visto tan grande los entusiastas.

Siéntate dijo ella ; van á servirnos. Y como el príncipe mirase en torno, sin ver ninguna silla, Alicia le dió ejemplo dejándose caer en un montón de cojines. Miguel se sentó de igual modo junto á una mesilla de nácar del tamaño de un taburete. Sobre ella, una lámpara de pantalla obscura esparcía su redondel de luz suave.

Parte del público tendía el cuerpo hacia adelante como si fuera a arrojarse al redondel, queriendo destrozar con sus manos a la mala bestia. ¡Qué escándalo! ¡Ver en la plaza de Madrid bueyes que sólo servían para dar carne! «¡Fuego!... ¡fueeegoEl presidente agitó al fin un pañuelo rojo, y una salva de aplausos saludó este gesto.

Palabra del Dia

rigoleto

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