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Actualizado: 17 de septiembre de 2025


La joven se resistía con palabras humildes como todas las notabilidades: «¡Oh, felices! ¡Si yo no hago más que cencerrear un poquito...! Tendrán ustedes que taparse los oídos.» Y otras frases por el estilo acompañadas de un poquito de rubor que impresionaba gratamente a los tertulios y les obligaba a redoblar sus esfuerzos.

España echará a los franceses, aunque los manden todos los Emperadores nacidos y por nacer; porque si Francia tiene a Napoleón, España tiene a Santiago, que es, además de general, un santo del Cielo. ¿Cree usted que no entiendo de batallas? Pues : soy perro viejo, y callos tengo en los oídos de tanto oír el redoblar de los tambores y los tiros de cañón.

Si bien yo no me aflixo por ser dueño, Hasta, como decís, que á Madrid vea, Que sin él tengo al mundo por pequeño. Y que éstos serán muchos, cosa es clara, Porque el diestro sainete de mis suelas, Es del amor la más segura xara. Y más al redoblar las castañuelas, De quien dudo que escape el más cartujo, Antes dará ocasión á mil novelas.

No era ya prudente ni posible sostener a Luz en completa ignorancia de su categoría social; pero, en cambio, convenía redoblar el empeño para que desconociera los usos y más salientes costumbres de la clase.

Todo lo que los demás hombres encuentran vil y odioso será precisamente lo que a me ate con nudos más difíciles de romper, y tengo necesidad de decirte que este sentimiento ha adquirido tal autoridad en mi corazón, que los consejos y las instancias de la amistad no harían más que redoblar el ímpetu.

La certeza de que la muerte acabaría por vencerlo enardecía a Esteban, haciéndole redoblar los cuidados. Apelaba a la superalimentación como único remedio, y siempre que se aproximaba a Gabriel, era con algo en las manos. Cómete esto.... Bebe lo que te traigo.

La calle de las Sierpes estaba convertida en un salón, con los balcones repletos de gentío, focos eléctricos pendientes de cables entre pared y pared y todos los cafés y tiendas iluminados, con las ventanas obstruidas de cabezas, y filas de sillas junto a los muros, en los que se agolpaba la gente subiendo sobre los asientos cada vez que el lejano trompeteo y el redoblar de los tambores anunciaba la proximidad de un «paso».

Observamos que la Condesa dió un paso hacia su hijo; que su semblante hermoso y venerable se contrajo, desfigurado por la ira; que extendió sus brazos; que comenzó a balbucir con locución atropellada, cual si su indignada lengua no acertara a encontrar una palabra bastante dura, bastante enérgica para tal situación; la vimos después llevarse ambas manos a la cabeza, retroceder, vacilar, apoyarse en el hombro de D. Paco, y por último, reponerse, erguirse, serenarse, mirar a su hijo con desdén, señalar a la calle, donde de improviso empezaba a oírse fuerte redoblar de tambores, y decir: El ejército se va.

Véala usted mecer las caderas lascivamente mientras sube; ha bebido un poco de cacholí, pero lo que más la embriaga es su propio canto, al compás del eterno redoblar». En esto se hizo el silencio; las negras todas se miraron unas a otras, los cantos empezaron a morir en sus labios; algunas se detenían, colocaban el canasto en tierra, se sentaban sobre él y cruzando sus piernas, inclinaban la cabeza como perdidas en una melancolía nostálgica.

La señorita Guichard empacaba á pensar seriamente que Mauricio estaba resuelto y no volvería y esto la agradaba en extremo, porque era la separación y el divorcio asegurados. Le pareció que seria buena política redoblar su cariño por la joven y mostrarle alguna confianza. Sin aflojar la vigilancia exterior, dejó á la joven algo más libre en el parque.

Palabra del Dia

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