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Cuando venían a visitarle los parientes, prefería bajar al salón, a pesar de su debilidad, correctamente vestido, con levita nueva, los dos triángulos blancos del cuello asomando sobre las roscas de la corbata, siempre recién afeitado, con las patillas bien peinadas y el tupé brillante de goma.

Aquí, aun antes de que su esposa le haya saludado, podemos estrechar la mano del capitán del buque recién llegado al puerto, con los papeles del barco en deslustrada caja de hojalata que lleva bajo el brazo.

La latitud es de 34° 18' 57'', y la longitud occidental, de14' 49''. Hay en esta guardia, piedra que en la cantera, ó recien sacada, es de tanta suavidad que con un cuchillo se corta: pero poniéndola á la intempiere se pone durísima.

Yo hablé con hombres de estos, recién llegados al valle tras de muchos meses de ausencia de él, y no hallé la menor diferencia que los distinguiera en el vestir ni el hablar, ni en la manera de conducirse en todo, de sus otros convecinos; ni tampoco he hallado después, buscándolas de intento, muy notorias señales de que les interese, fuera de sus hogares, más que el asunto que los saca de ellos, como si sólo tuvieran ojos y corazón para ver y sentir el terruño nativo.

Tenían el mismo gesto de los antiguos corsarios berberiscos rondando sobre la cubierta de la galera en torno de una beldad recién conquistada. De estar solos habrían tirado de la muchacha todos a la vez, descuartizándola para hacerla suya. Maltrana, separado de Nélida por unos instantes, hablaba con Juan Castillo y don Carmelo.

Confieso que soy un poco bruta y testaruda, ¡pero no siempre, hijo, no siempre!... Además, no me sienta mal este geniecillo agrio, ¿verdá ? La hermosa odalisca se había sentado sobre las rodillas del duque y le daba fuertes palmadas con entrambas manos en sus carrillos de trompetero recién rasurados. Vestía una bata de color azul oscuro con adornos más claros, que le sentaba admirablemente.

Hubo fiesta, convite, amigos, parientes, enhorabuenas, besos y abrazos, hasta lágrimas, y al caer la tarde, la recién casada se mudó de vestido para emprender el inexcusable viaje de novios.

Hubo quien, puesto ya el caso en el terreno de las indagaciones, aseguró haber oído algo muy parecido a lo que el lector y yo sabemos de la historia de nuestro personaje; pero como los nombres de uno y de otro no coincidían exactamente, y había quien aseguraba muy formal que el recién llegado era un rico negociante de Madrid que había trasladado su residencia, calló la murmuración y tomósele de buena gana, a pesar de ciertos resabios de mal género que de vez en cuando le asomaban, y sobre todo a su mujer, por un señor de importancia, muy rumboso además y muy atento.... Y esto que era la verdad pura.

No acabó de sosegarse la huéspeda, y siempre estuvo rezando hasta que se fué el Corregidor y vió salir libre a su marido, el cual, en tanto que estuvo con el Corregidor le dijo: Hoy hacen, señor, según mi cuenta, quince años, un mes y cuatro días que llegó a esta posada una señora en hábito de peregrina, en una litera, #con una niña recién nacida#, y acompañada de cuatro criados de a caballo, y de dos dueñas y una doncella, que en un coche venían.

Más simpático en el trato que Quintana, por carecer de aquella grandílocua y solemne severidad, era D. Francisco Martínez de la Rosa, recién llegado entonces de Londres, y que no era célebre todavía más que por su comedia <i>Lo que puede un empleo</i>, obra muy elogiada en aquellos inocentes tiempos.