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Actualizado: 10 de julio de 2025
Si te retiras a alguna parte a vivir pacífica y honradamente, ¿a quién volverás los ojos para decir: «tú eres mío»? ¿Los volverás a tu mujer? No. ¿Buscarás algún pariente en la Puebla? No los tienes. ¿Buscarás amigos? Tu carácter rechaza las amistades nuevas. Abre los ojos y ve claro, desgraciado; no niegues la evidencia. Por más que busques no hallarás más familia que yo.
No sólo se le exime del lenguaje rítmico, sino de aquellas otras trabas con que la retórica dogmática ha atormentado hasta ahora á los poetas épicos y líricos. La novela, en su esencia, rechaza toda definición: es lo que el novelista quiere que sea.
El burlador de Trini vuelve de Buenos Aires, donde ha pasado años y donde ha ganado bastante dinero. Quiere reparar su falta, casándose con Trini; pero ésta no es como la dama de Calderón, que acepta al burlador por marido, porque sólo piensa en restaurar su honor y porque no ama a nadie. Trini ama a otro y rechaza al burlador, que no le inspira amor, sino repugnancia.
Por engañarle no tengo remordimientos. Es un animal a quien aborrezco con toda mi alma. No me merece... ¡Pero hay tantas clases de traición!... Te diré... Hay algo ahora en mí que las rechaza. Te diré: con gusto o sin gusto mío, él me da cuanto necesito. Es verdad que los tornillos eran míos; me los habías regalado tú. Pero el alfiler me lo dio él..., y el dinero para la sillería... Ya ves.
Pero, en fin, humildemente le ofrezco lo poco que yo soy. ¿Quiere usted ser la madre de mi hija?... ¿Nos rechaza a ella y a mí? »De usted respetuosísimo servidor siempre y en todo caso, Jacques Fabrice.»
Don Tello García, rico-hombre orgulloso y tiránico, ha seducido á Doña Leonor, dama noble, aunque pobre, bajo promesa de casamiento, pero á quien rechaza siempre después con menosprecio, cuando se le recuerda. En las primeras escenas del drama asistimos á las fiestas, con que Don Rodrigo, vasallo de Don Tello, celebra su casamiento con la bella Doña María.
Después de haber fingido amarme, me rechaza usted... me ha humillado, desesperado... ¡Usted es la única causa de lo que sucede! Señorita, no es usted justa; jamás he fingido amarla; he sentido por usted una afección muy sincera que le profeso aún.
En fin, después no encuentra más que almas sordas y refractarias; la amistad le olvida, el amor le hace traición, la sociedad le rechaza; se da cuenta de que todos los lazos están a punto de romperse: se rompen en efecto; ¡y, dichoso él si también cede a esta hecatombe! Desde entonces no veo más que egoístas que han conseguido insensibilizar su corazón y entusiastas que lo agotan en quimeras.
Mientras espera ocasión favorable para realizar su propósito, se abandona á los excesos más indignos, que ya desde antes le halagaron, y que han sido la causa principal de la pérdida de su salud. Ha concebido una pasión violenta por la bella Doña Violante; pero ésta, prometida á otro, rechaza con desprecio sus proposiciones, induciéndole á emplear la fuerza para conseguir el logro de sus deseos.
Esta obligación era preciso pagarla con sus brazos, con el sacrificio que rechaza al peligro... Y él había eludido el reconocimiento de su firma, fugándose y traicionando á sus ascendientes. ¡Ah, desgraciado! Nada importaba el éxito material de su existencia, la riqueza adquirida en un país remoto. Hay faltas que no se borran con millones. La intranquilidad de su conciencia era la prueba.
Palabra del Dia
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