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Además, me iré primeramente á mi rancho, por si alguien se allega por allá, y sólo á la tardecita entraré en la Presa, como otras veces... Creo que á media noche habré terminado mi negocio y podré salir para alcanzaros. Guiñó un ojo Piola, señalando al mismo tiempo con su diestra el rancho inmediato. ¿Qué dice ella? Cree que nos la hemos llevado para pedirle dinero al viejo.

Todos en el país conocían la situación del llamado «rancho de Manos Duras»; pero pocos iban á él, por ser lugar de mala fama. Algunas veces, los que pasaban con cierta inquietud por sus inmediaciones sólo conseguían tranquilizarse al notar su soledad. No ladraban ni salían al camino los perros de hirsuto pelaje, ojos sangrientos y agudos colmillos acompañantes del gaucho.

49 tuve en mi pago en un tiempo hijos, hacienda y mujer, pero empecé a padecer, me echaron a la frontera, ¡y qué iba a hallar al volver! Tan sólo hallé la tapera. 50 Sosegao vivía en mi rancho como el pájaro en su nido, allí mis hijos queridos iban creciendo a mi lao... sólo queda al desgraciao lamentar el bien perdido.

Frente a la Lonja, el Principal, pobrísimo edificio, mezquino cuerpo de guardia, por cuya puerta pasea el centinela arma al brazo, con aire aburrido, rozando con su bayoneta a los soldados libres de servicio, que digieren el insípido rancho contemplando el oleaje de alimentos que se extiende por la plaza.

Un rancho como este lo suelo hacer yo en una hora para dormir en los desiertos, y les basta para sus ideas: porque VV. SS. no los han de echar por fuerza, y menos los bárbaros, que les son mas afectos y fieles que á nosotros.

Para ganar terreno solía meterse por la estancia de Rojas, atravesando una parte avanzada de dicha propiedad interpuesta entre su rancho y el lejano pueblo. Con la indiferencia de la costumbre, dejó que su caballo avanzase por un tortuoso sendero marcado apenas entre los ásperos matorrales. Al poco rato tuvo un mal encuentro.

Si yo fuese blanda, el tío Polo no saldría nunca de aquí. Le tiene ley a lo que guiso... Y en cuanto a abundancia, ¡echa y no te canses! Todos los días hay rancho para un regimiento... ¡Y los chascos son buenos! A lo mejor, crees estar comiendo alubias, y te tropiezas con un pedazo de bisté.

Tiene su cuchillo al lado -pues la precaución es güena-, freno y rebenque a la mano, y, teniendo el pingo cerca, que pa asigurarlo bien la argolla del lazo entierra -aunque el atar con el lazo da del hombre mala idea-, se duerme ansí muy tranquilo todita la noche entera; y si es lejos del camino, como manda la prudencia, mas siguro que en su rancho uno ronca a pierna suelta pues en el suelo no hay chinche y es una cuja camera que no ocasiona disputas y que naides se la niega.

Y tras la hueya, la concurrencia comenzaba a despedirse y a dirigirse al palenque unos en busca de sus pilchas para dormir por ahí, en cualquier parte, otros para tomar sus caballos y buscar su rancho, solos o acompañando a alguna de las damas que, llevando en ancas a su mamá, volvía al suyo, cuando de repente un tropel de caballos despertó los ecos del campo dormido, y coreado por ruidos de latas, pasos precipitados, ladridos de perros y ayes acongojados de las mujeres asustadas, resonó estentórea una voz vinosa que, dominando aquel desconcierto, nos dejó como clavados en el puesto que cada uno ocupaba.