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Actualizado: 10 de junio de 2025
Y yo entonses juré que te quería con toa mi arma, que habías de ser mía, y tuve tentasiones de gritar a los pobrecitos de las rejas: «Hasta la vista, compañeros; si esta mujer no me quiere, yo jago una barbariá: mato a arguien y el año que viene cantaré enjaulao con vosotros al Señó de las Espinas.» Rafaé, no seas bárbaro dijo la muchacha con cierto temor.
Alcaparrón dio un respingo para librarse de la garra del aperador, y moviendo las manos con ademanes femeniles, acabó por persiguarse. ¡Uy!, zeñó Rafaé y qué malo que es uzté... ¡Jozú! ¡y qué cosas dice este hombre!
¡Mardito! ¡Arrastrao! ¡Mala escopetá le peguen, señó Rafaé, en sus entrañas renegrísimas!... Se detuvo un instante en sus maldiciones, viendo que éstas servían de regocijo al aperador, y añadió con maligna intención: Premita Dió que cuando vaya su mersé a la viña de don Pablo, la gachí le resiba con cara de cuaresma. Rafael ya no reía.
Y la tierra, Rafaé, es jembra, y a las jembras, pa que sean agradecías y se porten bien, hay que quererlas. Y el hombre no puede queré a una tierra que no es suya. Sólo deja el sudor y la sangre sobre los terrones de que puede sacar el pan. ¿Digo mal, muchacho?...
Aún se conmovía recordando aquella noche en que lo vio llegar pálido como un muerto y chorreando sangre. Serían felices en su pobreza, sin tentar a Dios con nuevas aventuras que podían costarle la vida. ¿Para qué el dinero?... Lo que importa es quererse, Rafaé, y ya verás ¡cachito del arma! cuando estemos en Matanzuela, qué vidita tan dulce voy a darte...
Antes de que los perros anunciasen su proximidad, oía ella el trotar del caballo. ¡Pero, cegato! gritaba a su marido. ¿No oyes que viene Rafaé? Anda a sostenerle el cabayo, mardecío.
Ties la cara de Dios, gitana; tus labios son casquites de limón, y cuando me miras, creo que me mira el buen Jesú de los milagritos con sus ojos dulces... Quisiera ser don Pablo Dupont con toas sus bodegas, para soltar el vino de las botas viejas que tiene er tío, y que vale miles de pesos: y tú meterías en el charco tus pies bonitos y yo le diría a too Jerez: «Beban ustés, cabayeros, que esto es la gloria». Y toos dirían: «Tiene razón Rafaé: ni que juesen los pinreles de la mismísima mare de Dios»... ¡Ay, niña! ¡si no me quisieras, güena suerte te esperaba!
Tenía sed de vivir, de gozar, y cuando en medio de su existencia azarosa le acometía la duda de lo futuro, veía, cerrando los ojos, la graciosa sonrisa de María de la Luz, escuchaba su voz, que siempre le decía lo mismo cuando él se presentaba en la viña. Rafaé: me dicen muchas cosas de ti y toas son malas... ¡Pero tú eres bueno! ¿verdá que cambiarás?...
Palabra del Dia
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