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Actualizado: 14 de mayo de 2025
El oro hace una cabriola y del 40 baja al 35, de éste al 29 y luego al 28; los pechos respiran con más facilidad... ¡cinco puntos de golpe! esto animará quizá a las cédulas, y las acciones saldrán de su postración. Pero ellas no se mueven, y el oro, de repente, salta del 28 al 42, en medio de la gritería del público desengañado. ¡Oro 342! ¡Compro! ¡Vendo!
La voz no quiso salir de su garganta; temía echarse á llorar como un niño. Salió á trabajar, pero en vez de hacerlo dejóse caer bajo un árbol, y así se estuvo toda la mañana inmóvil, con los ojos extáticos. Un deseo punzante le acometió, el de ver por última vez á Demetria y despedirse. Quizá no se hubiese marchado aún.
¿De manera que usted ha conocido a Tristán de Ugarte? preguntó el viejo. Sí. ¿Usted también lo ha conocido? ¡Ya lo creo! ¡Era pariente mío! Es verdad ... Se parece usted a él en la voz..., en algo, no sé en qué ... ¿Y qué fué de su vida? Murió hace unos meses. ¿En España? Si. ¿Con quién vivía? Con su hija y con un criado, alto, rojo ... ¿Escocés, quizá? Si. Allen: lo recuerdo.
"Aun bien dijo Cloelia , que traigo conmigo las joyas de mi señora." Y aconsejándonos los cuatro de lo que hacer debíamos, fué parecer del marinero que nos entrásemos el río adentro; quizá descubriríamos algún lugar que nos defendiese, si acaso los de la nave viniesen a buscarnos.
Su monografía completa exigiria un gran volúmen, como puede juzgarse por las dos memorias del doctor Imbert-Gourbeyre sobre las erupciones y parálisis arsenicales. Este erudito profesor ha dicho, que la accion terapéutica del arsénico era quizá mas estensa que la del azufre.
Habla el inglés, el alemán, y actualmente es subdirector de la fábrica. Los obreros lo quieren, lo respetan y lo obedecen, porque sabe mandar con suavidad y firmeza. ¡Pero ese hombre es un prodigio entonces! No se entusiasme, Alicia dijo Diana; un prodigio, quizá; pero seguramente un flirt imposible. ¿Es feo?
Orad, hermanos míos, orad por los opresores sacrílegos, pero no maldigáis a los que combaten. Nosotros tenemos sólo fe, quizá fe tibia: ellos, como quería el Apóstol, juntan las obras a la fe.
Sería excesivo pretender que todas las jóvenes casaderas son unos ángeles; pero hay ángeles entre las jóvenes casaderas. Esto no es una rareza, y, lo que parece más extraño, es que quizá en París es menos raro que en otra parte. La razón es sencilla.
El Naranjero era hombre de unos cuarenta y cinco años, de piel morena y curtida, cabellos cerdosos y grises, ojos negros extremadamente vivos, más bien bajo que alto y vestía, como el guitarrista Primo, la chaquetilla clásica, la faja y el hongo flexible. Sin saber por qué, quizá por su presunción de gracioso, me fue antipático desde el principio.
Quizá, sin embargo, hubiera sido preferible que Eppie llorara algo más. En una media hora estuvo limpia, habiendo Silas vuelto la espalda para ver qué haría con la faja de lienzo; la tiró al suelo, pensando que Eppie se quedaría quieta el resto de la mañana sin que fuera preciso atarla.
Palabra del Dia
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