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Actualizado: 14 de junio de 2025
La suerte de ellas era que lo tomaban a broma. «Jacinta, ponme un pañuelo de seda en la garganta... Chica, no aprietes tanto que me ahogas... Quita, quita, tú no sabes. Mamá, ponme tú el pañuelo... No, quitádmelo; ninguna de las dos sabe liar un pañuelo. ¡Pero qué gente más inútil!». Pasa un ratito. «Mamá, ¿ha venido La Correspondencia?». No, hijo. No te desabrigues. Mete estos brazos.
El pone y él quita leyes: Que estas son las condiciones De soberbios infanzones Que están lejos de los reyes. CONDE. La carta está ya cerrada. REY. Sobreescribidla a don Tello De Neira. SANCHO. Del mismo cuello Me quitas, señor, la espada. REY. Esa carta le darás, Con que te dará tu esposa. SANCHO. De tu mano generosa, ¿Hay favor que llegue a más? REY. ¿Veniste a pie?
Kempis, la Imitación de Jesucristo... ¿Cómo? ¡usted! ¿también usted?... Es un libro que quita el humor. Le hace a uno pensar en unas cosas... que no se le habían ocurrido nunca.... No importa. La vida, de todas maneras, es bien triste. Vea usted. Todo es pasajero.
-No entiendo eso -replico Sancho-; sólo entiendo que, en tanto que duermo, ni tengo temor, ni esperanza, ni trabajo ni gloria; y bien haya el que inventó el sueño, capa que cubre todos los humanos pensamientos, manjar que quita la hambre, agua que ahuyenta la sed, fuego que calienta el frío, frío que templa el ardor, y, finalmente, moneda general con que todas las cosas se compran, balanza y peso que iguala al pastor con el rey y al simple con el discreto.
Es verdad que degrada a los hombres, los empobrece, les quita toda elasticidad de ánimo; que un día, en fin, arranca a los Estados lo que habrían podido dar en diez años; pero, ¿qué importa todo esto al Zar de las Rusias, al jefe de bandidos o al caudillo argentino?
Me voy a la máquina; las calderas empiezan a rugir y las válvulas de seguridad dejan ya escapar, silbando, un hilo de vapor poco tranquilizador. ¿Estamos aún en el terreno legal? pregunto al joven maquinista, que no quita sus ojos del medidor. Tenemos aún cincuenta libras para hacer calaveradas, señor; pero no quisiera emplearlas.
PASTELES DE PATATA. Cuézanse patatas enteras; se les quita la piel, se machacan o prensan y se les agrega mantequilla y huevo. Bátase bien, sazónese de sal y se forman los pasteles rellenándolos con picadillo, que estará ya frito, se rebozan los pasteles en huevo batido y se fríen.
Sí, por cierto, contesto yo; admirablemente ejecutados; pero lo hábil de la ejecucion no quita al hecho su natural é inevitable extravagancia, porque es una cosa extravagante que el chocolate y el azúcar, objetos puramente privados, artículos puramente domésticos, se vean convertidos en sustancia artística.
Después, pasando sobre su frente la mano temblorosa como para concentrar sus pensamientos, se puso a hablar ligero con voz entrecortada: ¿Eres tú, Juan?... ¡ah! sí, yo sabía bien que serías tú quien me sacaría de este agujero... fuera de las tinieblas... tú tienes un brazo robusto... robusto... sí, sí, yo te esperaba... yo sabía que tú vendrías... ¡oh! ¡qué mal estaba, qué mal!... pero ya estás aquí... quita esa piedra... aquí, aquí, sobre mi pecho, sobre mi cabeza.
Vio anoche la propia figura de la Virgen». Mujer, quita allá. Mi palabra... Pregúntaselo a Belén. ¡Bah!, ni que fuéramos tontas... ¿La cara de la Virgen?... Vaya... Sería la de Nuestra Señora del Aguardiente.
Palabra del Dia
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