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Este Ferragut de quince años se mostraba descontento de la vida. Era un hombre, y tenía que vivir entre mujeres: su madre y dos sobrinas que le acompañaban haciendo encajes, lo mismo que ella había acompañado en otro tiempo á su suegra doña Cristina. Quería ser marino, y le obligaban á estudiar las materias antipáticas del bachillerato. ¿Acaso un capitán necesita saber latín?...

Su cristianismo databa de seis siglos nada más, mientras que el de los otros pueblos de Europa era de diez, de quince, de diez y ocho siglos. Cuando terminaban ya las Cruzadas, los prusianos vivían aún en el paganismo. La soberbia de raza, al impulsarlos á la guerra, hacía revivir á las divinidades muertas.

Junto al mar, dunas de arena blanca, formadas por el viento, reflejaban el sol, hasta dejarle a uno ciego. Después comenzaban a verse zarzas, callistris y algunas piteras. A unas quince millas de la costa encontramos unas ruinas; quizá eran restos de una de las torres que Diego García de Herrera levantó, por orden del rey de España, cerca de la costa.

En el pórtico de la iglesia de San Ignacio Miní hay tres de estas losas, que la mayor tiene más de quince pies de largo y diez de ancho, y las otras dos son poco menores. Otra especie de piedra hay muy tosca, pero facilísima de labrar, y según su peso y algunas señales de ella parece vena de fierro, y es la que más comúnmente se emplea en las paredes de los edificios.

Y, como ya habréis, señores, oído decir que el Uchalí se salvó con toda su escuadra, vine yo a quedar cautivo en su poder, y solo fui el triste entre tantos alegres y el cautivo entre tantos libres; porque fueron quince mil cristianos los que aquel día alcanzaron la deseada libertad, que todos venían al remo en la turquesca armada.

Al cabo de quince días volvió a presentarse a Pepe; pero éste halló entonces el acto primero un poco lánguido y le aconsejó que a todo trance le diera más movimiento y lo acortase un poquito.

En su propia persona se notaba poco esmero y aseo; pero en el traje se descubrían el cuidado y la pulcritud que en la persona faltaban, lo cual denotaba desde luego que D. Casimiro más se cuidaba la ropa por ser ordenado, económico y aficionado á que las prendas durasen, que por amor á la limpieza. Iba vestido muy de hidalgo principal, si bien á la moda de hacía quince ó veinte años.

Su marido sólo servía para admirarla y obedecerla, y ella había de hacer frente a los accidentes del comercio, empleando la palabra melosa, la sonrisa enigmática y el gesto de enojo en esta pelea por el dólar. Los quince días pasados en París al regreso de los Estados Unidos habían sido los mejores de su viaje.

Y si ella no participaba de las ideas religiosas del gran genio, sentía las bellezas de su alma. Unía el duque de Orleans a este título el de conde de Beaujolais, y por esta causa tenía el derecho de nombrar cierto número de damas para el cabildo de Salles. Mi madre fue nombrada a los quince o dieciséis años.

3 Y estaba cubierta de tablas de cedro arriba sobre las vigas, que se apoyaban en cuarenta y cinco columnas; cada hilera tenía quince columnas. 8 Y en la casa en que él moraba, había otra sala dentro del portal, de obra semejante a ésta.