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Actualizado: 30 de abril de 2025
Todo esto lo ocasiona el amor propio, haciéndonos creer que quedamos privados de un gran bien, quando le tiene nuestro contrario, ó que el creer los demas que nuestro contrario es bueno y justo, se opone á nuestra utilidad y conservacion. De esto nacen tantas injurias y falsedades, que se atribuyen recíprocamente los Escritores, que son de pareceres opuestos.
Figúrate que la carta no ha llegado hoy y sólo puedes recibirla en el correo de pasado mañana... Quedamos en eso; aún ignoras la noticia y me acompañas esta tarde. ¿Qué adelantas con acordarte ahora? Tiempo te queda para pensar en ese suceso triste. El marqués hizo signos negativos.
Pues si llega a tener espíritu santo la familia añadió Pepe nos quedamos sin una gota de sangre. Al oír este chiste impío, Tirso no pudo aguantar más.
Hemos sido unos brutos, y ahora, en justo castigo, nos quedamos en la miseria, y muchas gracias si en alguna tienda nos quieren admitir de bestias de carga. Y Cuadros, furioso, iba de un extremo a otro del salón manoteando, gozándose cruelmente en pintar a su discípulo toda la grandeza de su ruina.
Quedamos en que recomendarás a tu suegro mi pleito. Quedamos en que es inútil. Bobalicón. Serpiente de cascabel, abur». Después que se fue Miquis entró Mariano, que buscaba a su hermana para que le proveyese de fondos. Tan lejos estaba de encontrar allí a su maestro, que al verle se desconcertó, porque hacía una semana que no aparecía por el taller. Levantose contra él una tempestad de censuras.
Nos separamos sobre el anochecer y quedamos, como siempre, citados en el puente de Santa Ana. Llegada la hora, y aun no había dado el cuarto para las doce, cuando con paso vacilante y con el aire más melancólico se me acercó, y tomándome por la mano, fría como el granizo, tiró de mí para la posada, yendo yo tan confuso como espantado.
Fueme simpático el anciano, y le compadecía sinceramente. Entramos pronto en confianza, y en ocasión en que quedamos solos de sobremesa, tuve con él una conversación bastante íntima. Se quejaba del calor que hacía, al cual nunca se había podido acostumbrar a pesar de vivir en
No se trata de dar ni recibir lanzadas y mandobles, sino de la calamidad irremediable que nos sucedió en aquel figón, donde nos quedamos sin la más apetitosa empanada de liebre que he visto en mi vida porque el bruto del posadero, en lugar de sal, la llenó de azúcar. ¡Dios de justicia, cómo olvidar tamaño desastre! ¡Ja, ja, ja!
Por donde conjeturo que el tesoro de la fermosura desta doncella le debe de guardar algún encantado moro, y no debe de ser para mí. -Ni para mí tampoco -respondió Sancho-, porque más de cuatrocientos moros me han aporreado a mí, de manera que el molimiento de las estacas fue tortas y pan pintado. Pero dígame, señor, ¿cómo llama a ésta buena y rara aventura, habiendo quedado della cual quedamos?
Parece el lugar donde los genios de la montaña vienen á llorar sus tristezas, y aquellas aguas opacas y pesadas como el plomo, las lágrimas que derraman. El conde, apenas hubo arrojado sobre él una mirada, se volvió con Pedro. Quedamos ella y yo en pie sobre el abismo. ¡Qué hermosa estaba sobre su pedestal granítico! Después de Dios, jamás contempló aquellas aguas un ser tan bello.
Palabra del Dia
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