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Actualizado: 9 de mayo de 2025


De modo que el letrero se ha quedado como estaba; pero a bien que no hay en el lugar quien lo lea. Y es lástima que el maestro no lo haya enmendado, porque era muy hermoso y hacía honor a Villamar. Momo, que traía al hombro unas alforjas bien rellenas y tenía prisa, preguntó al comandante si iba al fuerte de San Cristóbal.

Unos habían perecido aplastados instantáneamente: otros habían quedado enterrados en vida, en un socavón, aislados del mundo por centenares de toneladas de mineral. La gente acudía para pegar sus oídos con horror á los peñascos desmoronados, creyendo escuchar los gritos implorando auxilio, los gemidos de los infelices que perecían lentamente en la obscuridad de las entrañas de la tierra.

Los transeuntes y los vehículos que se habían quedado en la ciudad huían delante de estas cargas, y más aún de los inmensos pies, que con un simple roce se llevaban detrás de ellos la parte baja de una esquina. Ra-Ra creyó estar gozando anticipadamente una parte del triunfo con que soñaba á todas horas.

En el lugar había acertado a hacerse querer de todas las gentes, en especial de los pobres, aunque ella también lo era y poco podía favorecerlos. Huérfana de madre desde que tenía dos años, había quedado sola en el mundo al morir el marqués.

Quedó Pedro Alonso suspenso en leyendo la epístola, y acudió presto a su valija, y el hallarla vacía le acabó de confirmar la verdad de la carta; y luego al punto, en la mula que le había quedado, se partió a Burgos a dar las nuevas a sus amos con toda presteza, porque con ella pusiesen remedio y diesen traza de alcanzar a sus hijos; pero destas cosas no dice nada el autor desta novela, porque así como dejó puesto a caballo a Pedro Alonso, volvió a contar de lo que les sucedió a Avendaño y a Carriazo a la entrada de Illescas, diciendo que al entrar de la puerta de la villa encontraron dos mozos de mulas, al parecer andaluces, en calzones de lienzo anchos, jubones acuchillados de anjeo, sus coletos de ante, dagas de ganchos y espadas sin tiros; al parecer, el uno venía de Sevilla y el otro iba a ella.

Aquí ha comenzado mi sorpresa. No se invita a nadie, que yo sepa, a las siete de la mañana para una presunta conversación en la noche, sin un motivo serio. ¿Qué me puede querer Funes? Mi amistad con él es bastante vaga, y en cuanto a su casa, he estado allí una sola vez. Por cierto que tiene dos hermanas bastante monas. Así, pues, he quedado intrigado. Esto en cuanto a Funes.

De aquellos miles de estampas no ha quedado una en Sevilla.

Todos los sucesos de esta guerra que los Catalanes tuvieron con los enemigos del Duque, no hay Historiador que lo refiera sino solo por mayor, ni ha quedado memoria ni papel alguno de donde se pudieran sacar algo que ilustrára estos sucesos, que fueron sin duda muy notables, porque los enemigos con que se hizo eran poderosos en número, y valor.

21. Después que fué rendido el fuerte, los turcos fueron á combatir las galeras en que yo estaba, é como del fuerte no me ayudasen, la gente dellas desmayó de manera que, echándose casi todos á la mar, no queriendo pelear, fuí preso sin poder hacer mucha resistencia. Habrá V. M. entendido sumariamente por esta relación las cosas de la jornada de Trípol que tocan á mi particular, de los cuales he querido informar á V. M. por las causas que al principio della digo; é para que entienda que en ello no hice cosa por la cual merezca reprensión, antes por el haber quedado en aquel fuerte sin tocarme, con sólo celo de servir á V. M. é por entretener todo el verano aquella armada que tanto daño pudiera haber hecho, como lo hizo, me paresce que todos los servicios que hice al Emperador nuestro señor y he hecho á V. M. no merescen la recompensa que sólo éste.

Tanta es su barbaridad. Quedaron los Padres sin fuerzas antes de poderles dar alcance; y volviéndose á su pueblo á cuidar de los que habían quedado enfermos, despacharon tras los fugitivos á dos indios que llevaban consigo para detenerlos, porque de los dieciocho adultos se les murieron los catorce, á quienes asistieron con grande caridad, sin recelo del contagio, y todos los demás enfermaron.

Palabra del Dia

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