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Actualizado: 7 de noviembre de 2025


Hasta de sus propios resabios trataba de sacudirse, se le figuraba que de sus fechorías más recientes le quedaban algunos en el estilo, y temía que por aquellas espumas se descubrieran, las pasadas tempestades. ¡Mujer más singular!

Montó en el acto, arrastrándose por el puente, vio el bauprés enteramente destrozado, y a un tiro de fusil a la otra escampavía, con la popa hundida, elevar su proa, donde se habían refugiado los tripulantes que quedaban.

Como era de prever, la muerta no había logrado hacer desaparecer completamente las huellas de su suicidio: en el vaso encontrado en su mesa de noche, quedaban adheridas al vidrio, gotas de un líquido cuyo sabor indicaba claramente, aun a los profanos, que se trataba de una solución de morfina.

Una vez cloroformizado, sus facultades mentales quedaban en suspenso. ¿Para qué valía entonces el agujero? Se puso un trozo de aglutinante sobre la herida; vendose la frente con el pañuelo y se dejó caer en una butaca. La tristeza y el desaliento se apoderaron de aquel hombre ilustre.

Todos los que quedaban en el salón se reunieron a su alrededor y se dispusieron a escuchar. El duque de La Tour de Embleuse se colocó tranquilamente al lado de la chimenea sin sospechar que asistía al asesinato de su hija. Las gentes de mundo tienen una curiosidad de gourmet y los pequeños misterios del crimen son un plato de exquisito gusto para los espíritus estragados.

No bastaba la fuerza de sufrir en silencio, ni el refugiarse en la vida interior; necesitaba del mundo, un asilo. Sabía que estaba muy pobre. Su padre, pocos meses antes de morir, había vendido a vil precio a sus hermanas el palacio de Vetusta. Aquel era el último resto de su herencia. El producto de tan mala venta había servido para pagar deudas antiguas. Pero quedaban otras.

En estas ocasiones era algo más expresiva de palabra y de gesto; pero con los muebles y las ropas y los cachivaches de la cocina, porque no quedaban a su gusto, o porque se lucía en algo de ello su trabajo, o pensando en la criada, o en el amo, o en el otro, que, a su juicio, rompían o manchaban.

Había perdido en Europa gran parte de su fortuna, pues lo que obtiene éxito a un lado del Océano no lo obtiene en el otro, y regresaba, después de catorce años de ausencia, con el propósito de explotar varios negocios estupendos, según él, que aún le quedaban por allá.

Quedaban en Marchamalo muy pocos viñadores, pero Dupont había sustituido a los huelguistas con gitanas de Jerez y muchachas venidas de la sierra al cebo de los jornales abundantes.

»Todos convinieron en que él, en aquella guerra admirable del hombre contra la Naturaleza, había probado todo cuanto humanamente podía probar la ciencia, cuyos recursos quedaban ya agotados.

Palabra del Dia

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