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Actualizado: 7 de julio de 2025


No andaban todos los bajeles con igual paso. Unos se adelantaban, otros tardaron mucho en moverse; pasaban algunos junto a nosotros, mientras los había que se quedaban detrás.

«Ella está enamorada de ti, de eso estoy seguro» decía Paco a Mesía en el Casino, a última hora, cuando sólo quedaban allí los trasnochadores de oficio.

La fragata francesa Themis echó un cable y puso la proa al Norte; pero ¿qué fuerza podía tener aquel barco para remolcar otro tan pesado como el Santa Ana, y que sólo podía ayudarse con las velas desgarradas que quedaban en el palo del trinquete?

Pues en las guerras de la República francesa dijo un oficial andaluz que quería confundir a D. José María , se estableció que en las ambulancias de los heridos fuese un cuerpo de baile completo y una compañía de ópera, y con esto se ahorraron los médicos y boticarios, pues con un par de arias y dos docenas de trenzados en sexta se quedaban todos como nuevos.

Pasaban las señoritas formando grupos, lo mismo que en las plazas de las pequeñas ciudades alrededor del kiosco de los conciertos; pero les faltaba en este continuo girar el encuentro con los jóvenes, el acompañamiento de un amigo, miradas curiosas y simpáticas que las persiguiesen. Sólo quedaban ellas en la cubierta.

Los criados se quedaban fuera de la capilla; y una vez oída la misa de alba, la dama se levantaba, recogían los pajes cojín, silla y alfombra, se encaminaba la indiana a la puerta del Patio de los Naranjos, tomaba allí su silla de manos, y se volvía a su casa.

La duda que le mortificaba era esta: «¿Y él? ¿estaba convidado De Pas?». No lo sabía, y no quería marcharse sin averiguarlo. Como pasaba el tiempo, y ya gabinete y salón quedaban poco a poco despejados, el Magistral creyó que debía irse. Se acercó a la Marquesa, pero no tuvo valor para despedirse y le habló de cualquier cosa.

Hay que advertir que, con los preliminares orillados ya, quedaba en ella muy poco asunto que ventilar: digo mal, quedaban pocos trámites que seguir, porque el asunto, entero y verdadero, estaba contenido en lo que faltaba por esclarecer.

Si alguna vez se reunían en un salón las grandes familias, quedaban las jóvenes á un lado y los muchachos á otro, mirándose de lejos, como si la alegría expansiva de la juventud fuese un delito y el amor una monstruosidad.

El resplandor daba de lleno en el rostro del joven: en la sombra quedaban Clara y la devota, y los ojos negros, profundamente negros de ésta, brillaban en el fondo sombrío de la sala con vivacidad felina.

Palabra del Dia

godella

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