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Actualizado: 7 de noviembre de 2025
Ya no pudo pensar en ella como en una Beatriz inmaterial; sus pensamientos se quedaban abajo. Y vio lucir en el aire, reflejados desde el fondo de su espíritu, los ojos turbios de la Angustia. Muñoz entró en casa de Charito sin esperanzas de encontrarse con Adriana, pero sí con la idea de que su amiga pudiese darle noticias de cómo andaban sus relaciones con Julio.
Sus palabras llegaban hasta Maltrana como un ligero murmullo. Se saludaban; algunos que no se habían visto en mucho tiempo se pedían noticias. Uno hablaba de su hermano: había recibido por la mañana una carta suya; estaba en Valencia, en el penal de San Miguel, y le quedaban pocos meses de la pena que le habían impuesto por robo de caza en las posesiones reales.
Mientras se rehacían las fuerzas castellanas y consultaban sus jefes, aquella retirada parcial proporcionó á los ingleses que aun quedaban con vida el descanso que tanto necesitaban. Grandes habían sido sus pérdidas. De los trescientos setenta hombres que contaban al emprender la defensa de aquella altura, no quedaban en pie más de ciento cincuenta, heridos muchos de ellos.
El único consuelo, la única alegría que me quedaban, eran las cartas de Marta. Me escribía con frecuencia, en ciertas épocas hasta todos los días, y las más de las veces encontraba en ellas un post-scríptum de la letra desigual y atormentada de Roberto. ¡Oh, cómo me echaba sobre ellos, cómo devoraba su menor palabra! Gracias a esas cartas, vivía con ellos, por decirlo así.
Juan Andrea, habiendo dado en los Secos con su galera, se recogió al fuerte y dijo al Duque que él se quería ir en una fragata á Sicilia á recoger las galeras que se habían salvado y á dar orden como se armasen otras tres que en Sicilia y Malta habían quedado, y asimismo dijo al Duque que él hiciese lo propio, porque pudiese poner recaudo en las plazas y fuerzas de Sicilia que quedaban tan sin gente y desproveídas.
Con el estómago normalizado, quedaban al nivel del más vulgar empleado de Hacienda...
Un ruido el temblor causó tamaño, Que los cabellos todos erizaban: Negocio de contarse por estraño, Que las paredes ví se meneaban; Y sin que recibiesen algun daño, Temblando de tal suerte, al fin quedaban En su ser, aunque algunas se cayeron, Y
Bermúdez volvió a Vetusta; Visitación, Obdulia, Edelmira, Paco y Mesía se quedaban. Mientras abajo se trataban a gritos y con idas y venidas tan arduas materias, Edelmira, Obdulia, Visita, Paco y Joaquín corrían como locos por el corredor del primer piso.
Pero estos comentarios y desahogos, y otros por el estilo, no los oía Emma; ella veía a la envidia, no la oía; veía sus ojos brillantes, sus sonrisas tristes, sus éxtasis sinceros y melancólicos en la cara de las incautas, que no sabían disimular siquiera, y se quedaban como Santas Teresas arrobadas en la meditación y el amor del pesar del bien ajeno.
D. Sabino era un hombre despechado, lleno de hiel contra la sociedad, y sobre todo contra el régimen actual de cosas, con el cual no medraban más que los intrigantes, mientras los hombres de carácter independiente quedaban postergados. Después de ser muchos años sacristán del Sagrario, había solicitado un beneficio en la catedral con empeño, y por dos veces se lo habían birlado otros.
Palabra del Dia
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