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Actualizado: 25 de mayo de 2025
El, que en casa de Cooper coleaba ante la mandioca simplemente cocida, para no ofender a su amo, y olfateaba por tres o cuatro lados el locro, para no quebrar del todo con la cocinera, conoció la angustia de los ojos brillantes y fijos en el amo que come, para concluir lamiendo el plato que sus tres compañeros habían pulido ya, esperando ansiosamente el puñado de maíz sancochado que les daban cada día.
Así mientras duraban estos coloquios, como después al retraerlos a la memoria, Rafaela lo veía todo tan pulcro, tan acicalado y tan moralmente pulido y lustroso, que se desesperaba de sus amistosas relaciones con Arturito como si fuesen fea mancha en medio de tanto resplandor, nitidez y aseo.
Butrón enarcó las formidables cejas, el general Pastor se atusó el largo bigote y don José Pulido, más práctico y menos puntilloso, ensanchó la barbilampiña cara, diciendo suavemente: Con tal de que nos envíe a nosotros otro tanto, aunque sea por mano del moro Muza...
Butrón bufaba, Pulido gemía, Jacobo echaba ajos, y entre peroratas enérgicas, amargos reproches, violentas reclamaciones y planes de campaña propuestos para derrocar aquel Gobierno que les había estafado, pasáronse algunos días, hasta que desembarazado algún tanto el ministerio-regencia con la llegada del joven monarca, pudo al fin dar vuelta a la llave de la despensa, y enarbolando la rama de sustanciosos dátiles, que ha venido a sustituir a la de olivo, antiguo símbolo de la paz, comenzó a distribuir puestos, honores y destinos entre sus diversos paniaguados, tocándole a Butrón una plenipotenciaría de primer orden.
Al poco llegó el general Pastor, próximo a partir también al Norte para secundar el movimiento de Concha, y vino luego un don José Pulido, hombre listo y travieso, pies y manos de Butrón y también su ninfa Egeria, que había sido condiscípulo suyo en la Universidad y desempeñado muy buenos puestos a la sombra del diplomático.
Salieron ambos, como se ha dicho, uno tras otro, con diferencia de algunos minutos; pero como la anciana se detuvo un ratito en la verja, hablando con Pulido, el ciego marroquí se le juntó, y ambos emprendieron juntos el camino por las calles de San Sebastián y Atocha. «Me detuve a charlar con Pulido por esperarte, amigo Almudena. Tengo que hablar contigo».
En este error nos cabe gran parte de culpa. Nosotros mismos nos hemos empeñado en probar que murió el antiguo pensamiento español castizo, y que desde Luzán en adelante Francia nos ha inspirado y nos ha pulido. Nada más falso si discurrimos sobre ello con tino y reposo.
Y besó con piedad filial a la marquesa, con amor fraterno a la de Bara, estrechó la mano de Butrón con infantil afecto, y tuvo una cariñosa sonrisa para el general Pastor y un saludito protector y monísimo para el señor Pulido.
Entonces estaba yo cerril; pero ya V. se hará cargo de que me he pulido bastante peregrinando por esos mundos, y de que ahora son otras mis aficiones y muy diversos mis cuidados. Los frailes compañeros de V. no tendrán ya necesidad de amenazarme con los Toribios. Mi estancia en el lugar no traerá perturbación alguna; antes, por el contrario, yo me lisonjeo de que reporte algunas ventajas.
Mas no era el señor Pulido hombre que, una vez puesto en la pista, retrocediese ante ningún peligro ni reparo; fuese, pues, derecho a casa de Lhardy y preguntóle si el señor marqués de Butrón tenía en su repostería alguna cuenta pendiente.
Palabra del Dia
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