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Juntos fueron a El Escorial, juntos discurrirían por los salones de los palacios y las alamedas de los jardines: ¡qué alientos inspiraría el protegido de María de Médicis al oficial de manos que cobraba doce reales al día con los barberos de la cámara!

Las tropas pasaban también, con sus músicas al frente, para desfilar ante la tumba de aquella mujer de laboratorio que se había ido del mundo sin sospechar su gloria. Cerca de mediodía el profesor Flimnap volvió en busca de su protegido. Empezaba á aclararse la muchedumbre de peregrinos. Ya puede entrar usted en la capital. El jefe de la policía dice que las calles están casi desiertas.

UN MAJO. ¡Vamos, cállate, cállate, joven de las cintas! vuélvete a la calle del Fideo a tocar la guitarra y a echar flores a los transeúntes detrás de tu celosía. Si has visto al gitano de tan cerca, es que seguramente el verdugo te habrá ayudado muchas veces a ponerte la mantilla, y te habrá protegido en estas circunstancias.

Desde aquel día el negrero predijo a su protegido el más alto destino. ¡Dios sabe si se cumplió esta predicción! Al cabo de algunos años, una tarde que singlaba hacia la costa de África, el digno capitán de Kernok, que había bebido un poco más que de costumbre, estaba del más jovial humor.

Protegido por la obscuridad, me habían conducido al castillo e instalado en la celda. Nada me importaba el recuerdo de que un poco antes habían muerto allí tres hombres, dos de ellos por mi mano. Me había arrojado sobre un colchón inmediato a la ventana y contemplaba las negras aguas del foso. Juan, pálido todavía a consecuencia de su herida, me había servido la cena.

Sin ambición, sin codicia, sin apetito ni anhelo que le perturbe y le lleve en pos de las cosas terrenales, el padre Juan viene a ser como un inocente ángel del cielo, que ha tomado forma y cuerpo humanos. Sólo el afecto amoroso con que mira por su madre y cuida de ella, le enlaza singularmente con los demás seres. Protegido el padre Juan por una marquesa devota y por el Sr.

El coronel, obedeciendo sus insinuaciones, había hecho inútilmente varias visitas á la duquesa. ¡Qué dolor tan inexplicable! decía don Marcos . No se comprende tanta desesperación por un joven aviador que no era mas que su protegido. A no ser que... Pero su respeto no le permitía insistir en esta sospecha irreverente. Con Atilio tampoco podía hablar.

La rodeaban unos quince curas y sobre ocho seglares, entre ellos el médico, notario y juez de Cebre, el señorito de Limioso, el sobrino del cura de Boán, y el famosísimo cacique conocido por el apodo de Barbacana, que apoyándose en el partido moderado a la sazón en el poder, imperaba en el distrito y llevaba casi anulada la influencia de su rival el cacique Trampeta, protegido por los unionistas y mal visto por el clero.

Se vuelve a ver niño, protegido, mimado por su hermano mayor; se vuelve a ver mozo, andando orgulloso del brazo de él; se vuelve a ver, de pie con él, junto al lecho de muerte de los viejos padres; se vuelve a ver con él, en el momento solemne en que, con las manos enlazadas, se prometieron no separarse nunca y no dejar que nadie se introdujese nunca entre ellos... ¡Y entonces!... ¡entonces!...

Un hombre estaba apostado, desde que ellos habían llegado, en el hueco de una puerta donde las sombras se espesaban. Inmóvil y protegido por la obscuridad, no pudo ser visto de Piscis. Aprovechando un momento en que éste paseaba de espaldas a la casa, el hombre salió de su escondite y se acercó sigilosamente a ella. Miró hacia el corredor y vaciló unos segundos. Esto fué lo que le perdió.