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Actualizado: 23 de mayo de 2025
Había caído en prolongado estado comatoso, y rígido, yerto, se acercaba al día siempre seguro y sin mudanza de la eternidad. Moría sin fatiga ni dolor, como en un dulce descanso de aquella enfermedad misteriosa y horrible que había sido toda ella un estertor violento y una fatal agonía.
Arreglados mis bártulos, y después de comer precipitadamente, tomé el tren correo de Sevilla el día 4 de Abril de 188... Cuando hubieron cesado las despedidas, y el pito del jefe dio la señal de marcha y el prolongado tren salió de la estación, dirigí una mirada de examen a los que me acompañaban.
Hubo una larga pausa, y el tío Correa terminó así: Vosotros y yo, y todos los que pasamos la vida encorvados sobre la tierra para sostener nuestra miserable existencia, somos los descendientes de aquellos infelices que nuestra primera madre encerró en el establo. Los segadores quedaron en un prolongado y reflexivo silencio.
¡Sí, sí! ella es tan orgullosa como los otros; no querría nada de nosotros. Y, no obstante, tengo la seguridad de que no se desayuna todos los días. Esta conversación se hubiera prolongado indefinidamente a no llegar oportunamente el señor Anatolio para interrumpirla, en el preciso momento en que el guarda, que aun no había abierto la boca, iba a tomar la palabra.
Se acercaba el momento decisivo. Sarto y yo habíamos acordado, tras ansiosas conferencias, arriesgar el golpe; afirmándonos en esta resolución las malas noticias que Juan nos daba sobre la salud del Rey, que palidecía y se debilitaba con aquel prolongado encierro.
De ese modo, redimió todo lo que pudiera pensarse que hubo de sombrío en su obra, aceptando para él, espontáneamente, la parte más sombría. Ya antes había hecho un sacrificio prolongado, que no había sido cruento, pero que había sido tan duro, por lo menos, como aquel que hiciera en el momento de morir. Como dije antes, todos los halagos de la existencia fueron cosas por él renunciadas.
La sobremesa de Ricardo se había prolongado comentando el suceso del «Paso» y refiriendo detalles de su permanencia en el pueblo cuando se presentó Melchor diciendo: Voy a guardar estas cartas... ya vuelvo y siguió de largo para su dormitorio del que regresó en seguida. Total dijo Baldomero al sentarse Melchor, dirigiéndose a Ricardo, muchos cuentos... y de lo principal... ¡nada!
Es cierto respondió el clérigo, cuyos ojos claros, azules, vagaban perdidos por el paisaje, que empezaba a desembozarse del manto oscuro de la noche y salía fresco y hermoso y goteando todavía de su baño prolongado. ¿Quiere usted que le recemos cinco padrenuestros? El sacerdote se despojó del sombrero en silencio y comenzó en voz baja a decir el padrenuestro.
Yo sé donde hay tres cartuchos de dinamita, de a dos kilos y medio; uno para el almacén de modelos, que es lo que vale más; otro para casa del amo, por la parte de atrás donde tiene la familia... y el otro se guarda para cuando haga falta. Echamos suertes, y a quien le toque, aquél los pone. Un silencio prolongado y medroso siguió a la horrible proposición.
Sin embargo, tanto juró y perjuró y tan sofocado se puso que la irritada zagala no pudo menos de rendirse al calor de sus palabras, aunque quedándole todavía alguna duda. Guardaron silencio prolongado. Jacinto con la cabeza baja y el semblante triste jugaba con su garrote esparciendo las cenizas del lar.
Palabra del Dia
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