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Actualizado: 15 de mayo de 2025
Porque abusando, abusando... En fin, señora marquesa, ya he tenido el honor de manifestar a usted hasta dónde me interesan las necesidades del prójimo, y desde dónde comienzan a parecerme abominables, y cuál es mi modo de proceder en cada uno de los casos.
Y siempre sacaba en consecuencia que él no sabía lo que debía hacer, ni siquiera lo que debía pensar, ni aun lo que debía sentir. «De todas suertes, las comedias de capa y espada mentían como bellacas; el mundo no era lo que ellas decían: al prójimo no se le atraviesa el cuerpo sin darle tiempo más que para recitar una rendondilla. Los hombres honrados y cristianos no matan tanto ni tan deprisa».
-Si vuestra merced tuviera buena memoria -replicó Sancho-, debiérase acordar de los capítulos de nuestro concierto antes que esta última vez saliésemos de casa: uno dellos fue que me había de dejar hablar todo aquello que quisiese, con que no fuese contra el prójimo ni contra la autoridad de vuesa merced; y hasta agora me parece que no he contravenido contra el tal capítulo.
Nosotros, en la vida real, nos compadeceremos en extremo del paciente, aunque sólo sea prójimo, y no amigo ó deudo; pero si hablamos en verso heroico de lo que acontece, haremos reir en vez de llorar.
24 La mano de los diligentes se enseñoreará; mas la negligencia será tributaria. 25 El cuidado congojoso en el corazón del hombre, lo abate; mas la buena palabra lo alegra. 26 El justo hace reflexionar a su prójimo; mas el camino de los impíos les hace errar. 4 El alma del perezoso desea, y nada alcanza; mas el alma de los diligentes será engordada.
Y pues es tanto perjuicio del prójimo, te suplico yo, Señor, no lo disimules, mas luego muestra aquí milagro, y sea desta manera: que si es verdad lo que aquél dice y que traigo maldad y falsedad, este púlpito se hunda conmigo y meta siete estados debajo de tierra, do él ni yo jamás parezcamos.
Otra cosa que me considero obligado a agradecer a Vd., es la indulgencia, la tolerancia, aunque no complaciente y relajada, sino severa y grave, que ha sabido Vd. inspirarme para con las faltas y pecados del prójimo. Digo todo esto porque quiero hablar a Vd. de un asunto tan delicado, tan vidrioso, que apenas hallo términos con que expresarle.
Mejor haría en dejar los dados quedos y a Montesinos que se lo llevase el diablo. Contra esta resolución clamaban todos los santos que vivieron en el mundo y los mandamientos divinos que ordenan amar al prójimo como a uno mismo. Por otra parte, presentía que su agitación interior no iba a cesar.
Amaba también las flores y las mujeres, muy especialmente a la mujer del prójimo. Era catador insaciable de la fruta del cercado ajeno. Su vida se deslizaba modesta y feliz, regando las gardenias de su jardincito de la calle de Ferraz y seduciendo a las esposas de los amigos.
Mientras su hermana y algunas otras personas se lo presentaban como un perfecto caballero, un hombre de buen fondo, extraviado por las malas compañías y la lectura de libros impíos, otras, que también pretendían conocerle desde la infancia, lo pintaban como un ser avieso, mal intencionado, riendo siempre de las desgracias y las flaquezas del prójimo, insolente y agresivo de palabra, ya que de obra no podía serlo por su natural débil y enfermizo.
Palabra del Dia
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