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Actualizado: 13 de junio de 2025
Hallándose las cosas en tal estado, parecía que este anciano, sagaz, experimentado y benévolo médico, sobre todo si se tenía además en cuenta el amor paternal y el respeto que profesaba al joven ministro, era la única persona y la más apta para estar constantemente á su lado y al alcance de su voz.
En realidad ya no lo era, porque no tenía más obligaciones que las que ella misma quería imponerse, limitándose éstas á vigilar el servicio y mantener el orden, para lo cual su presencia era bastante, tales eran el respeto y el afecto que le profesaba la servidumbre, que dió en llamarla cariñosamente «Tía Juana», nombre que no tardó en generalizarse.
El otro día reconoció usted sus faltas, confesó que no había correspondido al afecto que le profesaba la Condesa. Si ya no la amaba usted ¿por qué no la dejó que siguiera su destino? Ella quería que yo siguiera siendo suyo. ¿Aun a sabiendas de que su persona era ya para usted indiferente? Creía haberse unido a mí para siempre.
Folgueras, que así se llamaba el impresor arruinado, quedaba como dueño y regente de ella. Cobraría por la tirada del nuevo periódico un tanto, mayor dos veces, según nuestros cálculos, a lo que cobran en las mejores imprentas de Madrid. No era mucho si se tiene en cuenta el mérito de los tórculos y el acendrado amor que les profesaba.
Estaba bien persuadido éste del amor apasionado que le profesaba su prometida; comprendía que ni por su edad ni por las circunstancias de su carácter e inteligencia era capaz de despertar una violenta pasión en ninguna mujer, pero así y todo estaba celoso de él. En cuanto se le ofrecía ocasión ya estaba dedicándole alguna palabrita amarga.
Yo profesaba a Alejandra un afecto fraternal: la soledad en que se encontraba sumida, su entereza, que la hacía capaz de soportar y vencer las dificultades de la vida, me inclinaron a protegerla, a sostenerla como a una hermana, como a una hija; ¡pero ella me quiso con un afecto más ardiente!
Carmen, a pesar del amor que profesaba a su marido, tenía movimientos de rebeldía. ¡Si ella hubiese sabido lo que era esta existencia antes de casarse!... En ciertos momentos, impulsada por la confraternidad del dolor, iba en busca de las mujeres de los toreros que figuraban en la cuadrilla de Juan, como si éstas pudieran darle noticias.
Profesaba el artista una sincera estima a la joven señora, y adivinando en la actitud a la vez turbada y resuelta de aquélla, el particular que la trajera, tomó un aire grave. ¿Viene usted a hablarme, señora? le dijo. Sí, tengo que hablarle... pero no me desaliente de antemano... sea bueno y complaciente conmigo, se lo ruego.
Yo no puedo negar que le profesaba estimación y cariño. Durante el tiempo que fue mi confesor, jamás noté en él más que una estimación espiritual a veces, no siempre, porque ordinariamente se manifestaba severo y poco comunicativo. No hice aprecio de esto, ni tampoco de que alguna vez al despedirnos me retenía la mano entre las suyas largo rato.
No pensemos más en esto dijo recuperando la calma. Nuestra generación posee toda clase de valores, mas se arredra ante el dolor. Es culpa de nuestros padres que nos han criado envueltos entre nubes de algodón en rama. Pocos instantes después, aquel joven, que profesaba los más religiosos principios, púsose a blasfemar de la Providencia.
Palabra del Dia
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