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Actualizado: 22 de junio de 2025


Lo que estamos haciendo es un pecado grave, es un crimen. ¿Quién puede privarme del arrepentimiento, de reconciliarme con Dios y ser buenoEl arrepentimiento había sido en los últimos tiempos un vago deseo, gracias a la fatiga de su amor y aún más al miedo desapoderado que el infierno le inspiraba. Ahora se convirtió en verdadero anhelo. Verdad que ofrecía mayores atractivos.

Guióme entonces el cura a un pequeño comedor, en el que también ardía un agradable fuego, y allí nos acompañó al preceptor y a mientras que tomábamos una merienda frugal, pues no quise privarme del placer de hacer los honores a la tradicional cena de Navidad. Después, dejándome reposar un rato, salió con el preceptor a preparar en la iglesia todo lo necesario para el oficio.

Lo que debo hacer es que este segundo culto, para no escandalizar a nadie, no sea público, sino misterioso. En lo exterior he de parecer como una beata pobre; mas ¿por qué he de privarme del placer de cuidar, de asear y de pulir con el mayor esmero este cuerpecito que Dios me ha dado?

Ni usted es mi prometida, ni yo tengo obligación de privarme de mis relaciones para obedecer sus caprichos. Celinda quedó absorta por la sorpresa y él se aprovechó de esto para saludarla con brusquedad, alejándose después en la misma dirección que había seguido Elena.

La carta decía lo siguiente, en una magnífica letra inglesa de colegio: «Muy señor mío: Habiendo sido severamente castigada por la superiora, hasta privarme por cinco días de toda comunicación con mis hermanas y con las educandas, después de rogarlo con muchas lágrimas, me han dicho que la razón del castigo era que un joven cuyas señas coinciden con las de usted se había presentado al P. Sabino diciendo que era mi novio y que venía a sacarme del convento.

Para no hay dicha comparable a la que disfruto al verte, y así y todo preferiría privarme de ella a tener que contemplarte ante personas extrañas, frías e indiferentes que obligan al disimulo. No acierto a expresarte lo que en este momento me mortifica semejante tiranía. Magdalena se levantó y dijo sonriente: Amaury, ¿quieres ayudarme a buscar en el jardín algunas flores?

Tal vez por esto don Juan cambió de conversación. Di, Manuela, ¿y Juanito? En la tienda. Si tengo tiempo entraré a verle. Dile que venga mañana. Aunque sea un grandullón, no quiero privarme del gusto de darle el aguinaldo como cuando era un chicuelo. El viejo, al decir esto, ya no mostraba la sonrisa irónica y parecía hablar con sinceridad. También irán a verte las niñas y Rafael.

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