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La misa de doce es la más concurrida; a ella van, las muchachas en privanza, muy emperejiladas y lindas, y en el atrio de la Parroquia, bajo los fresnos y los ahuehuetes, se reune la flor y nata de la pollería villaverdina. Visité a don Román, el cual se mostró muy afable y cariñoso con su discípulo.

Los grandes no tienen hijos ni padres. Al duque de Uceda le tarda llegar á la privanza y no perdona medio. Todo esto es grave, gravísimo dijo el que todo lo veía por el lado serio. Pues hay además algo que aumenta la gravedad de estos sucesos. ¡Qué! ¡Qué! Se cree... dijo el alférez, bajando más la voz y con doble misterio. ¡Pero traéis un saco de noticias, alférez! Que doy de balde.

«La muerte de Antonio Pérez, acaecida en noviembre, escribía, me ofrece materia para ejemplo de la fragilidad de la privanza de los Reyes, de la instabilidad de la fortuna, del odio implacable de los españoles y de la humanidad de Francia con los extranjeros.

Como era natural, no le faltaron a la tía Carmita muy finos galanes, donceles amartelados que no la dejaban ni a sol ni a sombra; que desde la esquina le hacían unos osos fenomenales; que la seguían a todas partes, lo mismo a las distribuciones piadosas en la iglesia de San Francisco, que, todos los domingos, a la misa de diez en el templo de San Juan de la Cruz, que era, en aquel antaño, la preferida de todas las muchachas lindas y en privanza, como ahora, en estos felices días, la misa de ocho en Santa Marta.

Esteven era de los lacayos del poder más en privanza: si tenía las llaves de la despensa, ¿a qué había de apretarse la barriga? ¿cómo había de dejar en seco a sus fieles colaboradores?

Sólo le interesaba actualmente la numismática, y no reconocía otra grandeza humana que la de su eminente amigo y maestro. Su ambición era ser el primero de los «simoulinistas», y los que envidiaban su privanza, viéndole acompañar al grande hombre á todas partes, lo habían apodado «el dogo del poeta».

Denme trescientos años de soberanía, de la nación dijo Quintana y veremos si se cometen tantos excesos, arbitrariedades y desafueros como en trescientos años que no la ha habido. ¿Habrá revolución que contenga tantas iniquidades e injusticias como el solo período de la privanza de D. Manuel Godoy?

Don Paco tenía plena conciencia de lo que debía y de lo que podía esperar y temer aún de don Andrés; de suerte que tanto por gratitud cuanto por prudencia previsora, le servía con la mayor lealtad y celo y procuraba complacerle siempre. Don Paco, sin embargo, no recelaba mucho perder su elevada posición y su envidiable privanza.

Estudiante, abogado, juez, diputado, ministro, tribuno, empresario, capitalista, caballero, galan, magnate, casi pintor sin saber pintar; casi poeta sin saber hacer versos; siempre privado, aún habiendo perdido la privanza; siempre en pié, aún, cuando esté caido: ese es D. José Salamanca. Al judío Rothschild se le pregunta: ¿cuánto tienes? Y él contesta: tanto millones.

Vos, antes de que muriese Felipe II, mucho tiempo antes, érais el favorito, los andadores del príncipe de Asturias; cuando Felipe II murió, vos fuísteis lo que sois ahora, secretario de Estado universal de Felipe III. Vuestra privanza con el rey cuando era príncipe, os costó poco; era, como lo es, vanidoso y grave, y vos adulásteis su vanidad y su tiesura; era, como lo es, devoto, y vos supísteis haceros más devoto que él.