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Hoy, como entonces, se sigue en Almería poetizando, si bien no son los versos, sino un curiosísimo libro en prosa, lo que atrae ahora mi atención hacia aquella ciudad. El librito, primorosamente impreso en Almería, se titula Quitolis, y el autor, D. José Jesús García, le califica de novela.

Por dentro era muy distinta. El patio magnífico, con arquería de mármol primorosamente labrada: en el centro había un jardincito y por entre el follaje veíase blanquear una fuente monumental de mármol y se escuchaba el rumor del agua. Por una puerta de cristales columbrábase, tras larga y oscura galería, otro patio y jardín.

Su casaca, su chupa, sus calzones y medias de seda no tenían una mancha, y si tenían alguna rotura, ésta se hallaba diestra y primorosamente zurcida. Gastaba peluca con polvos y coleta, y lucía muchos dijes en las cadenas de sendos relojes que llevaba en ambos bolsillos de la chupa.

Era de madera primorosamente tallada y pintada y con cierta expresión triste y apacible en el rostro que había sido la que moviera la joven a comprarla. Al tropezar con la mirada dulce pero glacial de la imagen, se apagó la sonrisa feliz que aun vagaba por sus labios, quedando inmóvil y hondamente pensativa.

Adornaron las archivoltas con menudos pometados, inscribieron los arcos en vistosos y ámplios recuadros formados de muchas cenefas primorosamente labradas á cincel y punzon: pusieron en las enjutas grandes florones de nueva forma, en que campean y se enroscan sutiles vástagos prendidos á sus bayas, formando postas y ondulosas lazadas sobre fondo de espeso ataurique picado, á modo de culebras que se desnudan de sus escurridizas y pintadas pieles revolviéndose en un tapiz de flores.

En seguida aparece en otro balcón de la casa mejor que está enfrente del Ayuntamiento el niño de seis o siete años más bonito, más inteligente y de más dulce voz que en el lugar hay; y primorosamente vestido de ángel, con tonelete de raso blanco bordado de estrellitas de oro, con refulgentes y extendidas alas y con corona de flores, canta una sencilla y sublime contraesencia, que comienza diciendo: «Esta es la justicia que manda hacer el Eterno Padre....»

Inglaterra es el país de las mujeres hermosas, admirablemente hermosas, pero no bellas, es decir, estatuas de nácar primorosamente modeladas, con cabellos de oro, crespos y abundantes, ojos azules ó castaños, morbidez de formas, piel rosada y purísima, brazos encantadores, y todo un conjunto de Venus corporal, salvo eso si los piés, que pertenecen al género fosil ó antediluviano, porque son mastodónticos.

Del tronco del plátano construyen ingeniosas armaduras para gigantescos candelabros, que primorosamente revisten de follaje, haciendo con las hojas de la sampaguita, el ilang-ilang, la sampaca y las doradas campanillas, artísticas combinaciones.

Todas las canciones infantiles desde que se mece al niño en la cuna hasta que juega en el corro. Las coplillas, adivinanzas, trabalenguas y demás cosas infantiles. Todos los juegos de los niños con la referencia de su antigüedad. Profusamente ilustrado. Elegante volumen editado primorosamente para contribuir al buen gusto del niño. 2 pesetas encuadernado en cartoné.

Rafaela estaba bellísima: incomparablemente más bella que allá en Lisboa, en la plaza de toros o en el Retiro de Camoens. Entonces era diamante en bruto: ahora diamante pulimentado y primorosamente engarzado en cerco de oro.