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Actualizado: 28 de junio de 2025
Así que, ante la presunción de ser engañado por la mujer que amaba, su pensamiento se revolvía aturdido como el pájaro que penetra casualmente en una sala. Al fin la distracción llegó á ser tan manifiesta que la condesa se le quedó mirando un rato y le preguntó con inquietud: ¿Qué tienes? ¿Yo?... Nada. Sí tal... Algo te pasa... ¿Por qué estás triste? No estoy triste. ¡Oh!
'Todavía no hay nada', fue lo que dijo Quevedo al volver a la Cava. Presunción equivocada, falsos síntomas. Luego la cosa está próxima. Estamos en Marzo. Bien, no me falta más que averiguar la casa. Si me dejara llevar de la inspiración, aseguraría que es la misma casa aquella, la de los escalones de piedra.
Pero su talento le sugirió la respuesta, y dijo que no tenía ni pizca de dolor, sino frío, y sin más explicaciones se volvió contra la pared, pegándose a ella como un engrudo, y haciéndose el dormido. Llegó por fin el día y con él la calma al corazón de Ido, quien se acicaló y se lavó casi toda la cara, poniéndose la corbata encarnada con cierta presunción.
Este doble aspecto, que, sin duda, causa extrañeza á primera vista, se nota también en algunos otros poetas dramáticos españoles, pudiendo acaso explicarse por la presunción, de que las pretensiones incesantes de los empresarios de teatros inducía hasta á hombres de talento á convertir su arte en tráfico mercantil.
Un poco de presunción, un personal excelente, suficiente atolondramiento para no quedarse nunca sin conversación, un modo de bailar semejante al de una persona que anda sin gana, un bonito frac, seis apuestas de a onza en el écarté, y todo el desprecio posible de las mujeres, hablando con los hombres, le granjearon el afecto y la amistad verdadera de todo el mundo.
Calderón expresa de este modo su veneración hacia Lope de Vega: Aunque la persecución De la envidia teme el sabio, No reciba de ella agravio, Que es de serlo aprobación: Los que más presumen, son, Lope, á los que envidias das, Y en su presunción verás Lo que tus glorias merecen, Pues los que más te engrandecen Son los que te envidian más.
Ya habían traspuesto Benina y Almudena, en su tarda andadura, la línea de los Viveros, cuando la anciana vio pasar veloz como el viento, el jamelgo de Ponte, y comprendió lo que había pasado. Ya se lo temía ella, porque no estaba Frasquito para tales bromas, ni su edad le consentía tan ridículos alardes de presunción.
Su vestido era el de las grandes solemnidades, el mismo de otras veces; pero ¡cosa singular! su toca estaba plegada en la frente con cierta presunción de monja novicia, presunción que no carecía de gracia.
El tiempo había pasado sin disipar esas sombras: él no la decía que su amor lo había convertido en otro hombre, en un hombre capaz de otras cosas: ese orgullo la habría desagradado, tal presunción la habría lastimado. Sin decirle nada más, había ido viviendo en su puro encanto.
Que no anda, y que no anda, y se tiene que parar». ¿Pero qué es lo que usted tiene? preguntó Maximiliano con presunción de médico novel o de boticario incipiente, que unos y otros se desviven por ser útiles a la humanidad. ¿Que qué tengo? ¡Ah!, una cosa muy mala. La peor de las enfermedades. ¡Sesenta años!, ¿le parece a usted poco?
Palabra del Dia
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