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Actualizado: 28 de noviembre de 2025
Y yo, que voy a tu lado, ¿no puedo ponerme al del valeroso Pierres, que oprimió este mismo lugar que yo ahora oprimo? Cúbrete, cúbrete, animal descorazonado, y no te salga a la boca el temor que tienes, a lo menos en presencia mía.
9 Y dijo Moisés a Aarón: Di a toda la congregación de los hijos de Israel: Acercaos en la presencia del SE
Eso precisamente le contestaron al P. Irene, continuó Makaraig, y él replicó que era buena ocasion aquella para que reviva, y aprovechándose de la presencia de D. Custodio, uno de los vocales, propuso que en el acto se nombrase una comision, y vista y conocida la actividad de D. Custodio se le nombró ponente y ahora está el espediente en sus manos.
9 los cuales serán castigados de eterna perdición por la presencia del Señor, y por la gloria de su potencia, 1 Os rogamos, hermanos, en cuanto a la venida del Señor nuestro, Jesús, el Cristo, y nuestro recogimiento a él, 2 que no os mováis fácilmente de vuestro sentimiento, ni os conturbéis ni por espíritu, ni por palabra, ni por carta como nuestra, como si el día del Señor estuviera cerca.
Algo intimidado en presencia del famoso dueño de Villa-Sirena, confesaba su origen humilde sin orgullo y sin timidez. Era un pobre, hijo de pobres.
Yo mismo la he estado visitando año y medio sin sospechar quién era. Y la hubiese creído otra cosa durante largo tiempo, si la casualidad no me hubiera puesto en presencia de su marido. Era en los primeros días de 1850, ahora hace tres años, poco más o menos.
Entonces, D. Alonso se retiró, tan pálido como el cadáver de su amigo, que yacía mutilado en el piso del alcázar. Cuando bajó mi amo, el comandante quedó solo arriba, con tal presencia de ánimo que no pude menos de contemplarle un rato, asombrado de tanto valor.
Yo podría justificar, en un caso desgraciado, vuestra presencia en mi recámara; ¿pero cómo podría justificar mi ausencia de palacio, si por desgracia se notaba, ó mi presencia en un lugar extraño si un accidente cualquiera me descubría? Renunciad á ese peligrosísimo medio, y venid; seguid confiando en mí. Margarita.» Quema esas cartas dijo la reina.
El alma, si se me permite emplear un símil vulgar, parecía que se alargaba siguiendo el sonido, y se contraía después retrocediendo ante él, pero siempre pendiente de la melodía y asociando la música a la hermosa cantora. Tan singular era el efecto, que para mí el oírla cantar, sobre todo en presencia de otras personas, era casi una mortificación.
La presencia de Torquemada en el patio, que todos los domingos era una desagradabilísima aparición, produjo aquel día verdadero pánico; y mientras algunas mujeres corrieron á refugiarse en sus respectivos aposentos, otras, que debían de ser malas pagadoras, y que observaron la cara que traía la fiera, se fueron á la calle.
Palabra del Dia
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