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Actualizado: 9 de mayo de 2025
Comenzó a preocuparse del aliño de su cuerpo, se procuró toda clase de afeites, envió por vestidos a Madrid, aprovechó todos los recursos de la elegancia. Era tarde. Aquel mísero cuerpo abandonado, marchito por los años y la anemia, no recobró frescura ni gracia. Esta idea fija le roía el cerebro en su larga y dolorosa vigilia. ¡No volver a inspirar amor, ser vieja, causar repugnancia!
Robledo, adivinando el pensamiento de Watson, contestó á su muda pregunta: Mi amigo nos ayudará como ingeniero. No debe usted preocuparse de él. Yo le daré una participación en nuestro negocio, pero será de lo que á mí me corresponde.
Los literatos ignorantes, los que juzgan que basta escribir una novela agradable o un drama interesante sin preocuparse de los grandes intereses sociales y de los problemas científicos, son los que aún dominan. De ahí procede ese arte frívolo, inconsistente, sin enjundia que durante tantos siglos nos ha inmovilizado y con el cual es preciso acabar.
Había que cuidarlo a todas horas, preocuparse de los pastos y las aguas, trasladarlo de un sitio a otro con los cambios de temperatura. Cada toro costaba más que el mantenimiento de una familia. Y cuando estaba ya en sazón, había que cuidarlo hasta el último momento, para que no se desgraciase y se presentara en el redondel honrando la divisa de la ganadería que ondeaba en su cuello.
Un hombre honesto y de buena familia debe salir poco de casa, preocuparse únicamente de su administración, educar á los hijos pequeños, oir en silencio á su esposo femenino, sin contradecirle nunca; evitar las conversaciones sobre cosas públicas, que corresponden únicamente á las mujeres.
Luego continuó la señorita de Porhoet; en cuanto á mí, señor, estoy acostumbrada á la indigencia, y me hace sufrir poco; cuando uno ha visto en el curso de una vida demasiado larga, un padre digno de su nombre y cuatro hermanos dignos de su padre, sucumbir antes de tiempo, bajo el plomo ó el acero; cuando uno ha visto perecer sucesivamente todos los objetos de su afección y de su culto, sería menester tener el alma muy pequeña para preocuparse de una mesa más ó menos abundante ó de un adorno más ó menos moderno.
Los otros debían continuar su rumbo tranquilamente, sin preocuparse de la agresión. Si el buque de delante ó el que seguía á popa era torpedeado, no había que detenerse para darle auxilio. Los torpederos y «chaluteros» se encargarían de salvar á los náufragos, si resultaba posible.
El amigo Spadoni, como pianista, encuentra siempre mesa franca en las «villas» de unas cuantas señoras valetudinarias y melómanas que habitan en Cap-Martin. Le convidan también con frecuencia unos ingleses de Niza. Tampoco tiene que preocuparse de pagar hotel. Dispone de toda una «villa», grande, elegante, bien amueblada, que le dan como sepulturero.
Mientras que yo me zarandeaba y hería corazones, Blanca pasaba hermosa y altiva, demasiado segura de su belleza, para preocuparse de hacerla admirar; demasiado correcta para rebajarse hasta las emociones y pillerías que hacían mi felicidad. Sin embargo, así que la primera efervescencia se calmó, me di cuenta de que el señor de Couprat tardaba mucho tiempo en enamorarse de mí.
Siempre que el doctor trataba de excusar a Magdalena, Antoñita sonriendo hacíale callar en el acto. Acercábase ya a todo esto la noche del baile. El día anterior las dos jóvenes hablaron mucho de los trajes que habían de lucir, y con asombro de Amaury, Magdalena pareció preocuparse bastante menos del suyo que del de su prima.
Palabra del Dia
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