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Actualizado: 9 de mayo de 2025


Yo creo en el desinterés de todos y que en realidad se persigue mi dicha exclusivamente, sin preocuparse de que, de soslayo, alcance también a otros. Ahora bien: la casada he de ser yo, y nadie mejor que yo misma puede entender mi dicha.

Reconozcamos que, afortunadamente, Madrid comienza ya a preocuparse de mejorar el suyo. Tengo un asunto urgente a ventilar con un amigo. Desde luego, el amigo se opone a que lo ventilemos hoy. ¿Le parece a usted que nos veamos mañana? Muy bien. ¿A qué hora? A cualquier hora. Después de almorzar, por ejemplo... Yo le hago observar a mi amigo que eso no constituye una hora.

Empezó á preocuparse de su castillo de Villeblanche. Todo lo que poseía en París le pareció repentinamente de escasa importancia comparado con lo que guardaba en la «mansión histórica». Sus mejores cuadros estaban allá, adornando los salones sombríos; allá también los muebles arrancados á los anticuarios tras una batalla de pujas, y las vitrinas repletas, los tapices, las vajillas de plata.

Después de exclamar, con el muy elocuente Obispo de Hipona: ¡Gran cosa es el hombre hecho a imagen y semejanza de Dios!, ¿quién ha de preocuparse de que en esta baja tierra le hagan o no le hagan caso? Si ha de consistir nuestra aspiración en ser perfectos como nuestro Padre que está en el cielo, ¿qué añaden a la suma de lo perfectible las vulgares alabanzas y los honores mundanos?

Apretando su cinturón colorado, el más fornido, el más ágil saltaba de su barquichuelo, y ya encima de aquella mole inmensa, sin preocuparse del riesgo que pudiese correr su vida, lanzando un ¡han! prolongado, hundía el arpón en las carnes del confiado monstruo. Descubrimiento de los tres Océanos.

Aquel incomprensible viejo vivía en su casa como Luis XIV en su reino, sin preocuparse del porvenir y diciendo: «¡Después de , el diluvioSe levantaba ya tarde, almorzaba con excelente apetito, se pasaba una hora en el tocador, se teñía el pelo, se ponía colorete, se pulía las uñas y paseaba sus gracias por París hasta la hora de comer.

Solamente se dio cuenta de su situación cuando al fin del mes se presentó la patrona en el cuarto a pedirle dinero; no lo tenía, porque ya no cobraba en la iglesia; fue necesario que llevase a empeñar el reloj de su padre para pagar la casa. Después se quedó otra vez tan tranquilo y siguió trabajando sin preocuparse de lo porvenir.

Las gotas de lluvia pintan los más extraños dibujos sobre los cristales de un vagón de primera clase en que va un solo viajero quien parece preocuparse muy poco del mal tiempo.

No sea loco, Ulises... Eso no será nunca... ¡nunca! Y súbitamente engrandecida al alejarse, entró en la estación con paso altanero, sin volver la cabeza, sin preocuparse de si Ferragut la seguía ó la abandonaba. Durante la larga espera y el descenso á la ciudad, Freya se mostró irónica y frívola, como si no guardase ya memoria de su reciente indignación.

No teniendo que preocuparse de la defensa, concentraba todas sus potencias en el ataque, y no había mano más pronta y ágil que la suya. Si alguien se negaba á obedecerle, veía inmediatamente desdoblarse al mestizo, hasta convertirse en una compañía entera de Morales, todos espada en mano.

Palabra del Dia

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