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Actualizado: 5 de mayo de 2025


Todo iba como una seda para aquella feroz hormiga, cuando de súbito le afligió el cielo con tremenda desgracia: se murió su mujer. Perdónenme mis lectores si les doy la noticia sin la preparación conveniente, pues que apreciaban á Doña Silvia, como la apreciábamos todos los que tuvimos el honor de tratarla, y conocíamos sus excelentes prendas y circunstancias.

Era una estupidez que persona de tal mérito tuviera que esconder su buena ropa, ponérsela a hurtadillas e inventar mil mentiras para justificar el uso de diversas prendas que parecían ajustadas a su hermoso cuerpo por los mismos ángeles de la moda.

Si entrásemos en pormenores, sería este escrito interminable. En aquella provincia, como en todas, hay mil grados de cultura y de riqueza, que hacen variar los tipos. Hay además las diferencias individuales de caracteres y de prendas del entendimiento. He omitido un punto muy grave. Voy a tocarle, aunque sea de ligero, antes de terminar el artículo.

Cierto que hay algunas rarísimas virtudes y prendas superiores al dinero, que no traen dinero, y que, en el momento en que se tuviesen o ejerciesen con el fin de adquirir dinero, dejarían de ser tales virtudes; pero tales virtudes tienen su precio en ellas mismas. La virtud por excelencia es tan preciosa, que nada hay en la tierra que pueda pagarla.

¿Pues cuántos maridos tiene doña Clara? Uno: el sobrino del cocinero del rey, que es lo mismo que don Juan Téllez Girón. ¡Ah! ¡es cierto! me había olvidado. Pero estamos perdiendo el tiempo. Debemos concluir por el momento. Tenemos prendas recíprocas... es decir, estamos unidos por la necesidad. Sepamos cómo quedamos. ¿Pues cómo hemos de quedar? Unidos como hemos debido estarlo siempre.

Y de repente, el que ella creía separado de Mauricio por sentimientos que necesariamente debían irse agravando, se presentaba calmado, sereno, con palabras de conciliación en los labios y prendas de paz en las manos.

En esta sociedad andaba la mano de los jesuitas; ellos les habían confeccionado sus reglamentos disciplinarios, en los cuales preponderaba un espíritu de inquisición completa: un librito reservado, de pocas hojas, en el que abundaban las transaciones del pudor con las conveniencias sociales y las exigencias religiosas; los casos en que las socias podían inquietar la virtud de los hombres con sus prendas físicas y morales; las ocasiones en que era lícito escotarse, y creo que hasta la línea del busto de la que el escote no podía pasar.

Y más que el Padre guardián por su dignidad y oficio, se hacía él respetar, obedecer y temer por las singulares prendas de su carácter, por su inteligencia, por su saber y por los poderes sobrenaturales que se le atribuían.

Ya no llevaba su traje nuevo, igual al que usaban las mujeres antes de la Verdadera Revolución. Iba medio desnudo, como los atletas embrutecidos que servían de máquinas de fuerza. Sólo conservaba las antiguas prendas de su ropa interior. Le vió metido en el agua azul hasta la cintura, inclinándose para colocar dos pesados sillares que llevaba en ambas manos.

Por cierto que los preparativos de su vestimenta, y los pasos que tuvo que dar para procurarse las prendas características, le robaron tanto tiempo día y noche, que faltó semanas enteras a la oficina, y de aquí le vino la primera cesantía, y con la cesantía sus primeros atrasos.

Palabra del Dia

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