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Actualizado: 28 de mayo de 2025


Se oye de tiempo en tiempo el largo relincho y golpear del casco en el portón. Sale la vieja andando a tientas. Canta un gallo, y el hidalgo, hundido en su sillón de la antesala, espera con la mano sobre los ojos. De pronto se estremece. Ha creído oír un grito, uno de esos gritos de la noche, inarticulados y por demás medrosos. En actitud de incorporarse, escucha.

Sin vacilación de ningún género, con paso vivo y firme se dirigió á casa de su amigo Antonio. Vivía éste en la calle de Enrique de las Marinas, bastante lejos del Campo del Sur, en el piso segundo de una casa vieja y de modesta apariencia. Estaba el portón abierto. Subió por la estrecha y sucia escalera, y cuando llegó á la puerta llamó con los nudillos. Nadie salió á abrirle.

De vez en cuando sonaba perezosamente una campana en las torrecillas de ladrillo rojo, llamando á gentes invisibles: se entreabría un portón con agudo chirrido, dejando ver una cofia monjil, blanca y almidonada y un rincón de huerto frondoso.

Hacia la media noche de mañana, cuando ya no quede señal de hombre en la cocina ni chispa de rescoldo en el hogar y duerman todos en la casa, llegaremos al portón de la calleja. Sin más que oírle, te llegas callandito al estragal y me abres la puerta, con tal finura y cuidado, que ni las mismas bisagras se enteren de ello. Lo demás corre de nuestra cuenta.

La losa enorme es abandonada; las que más gritaban se escurren por donde pueden; cuando las brigadas llegan a las puertas de la Granera, el motín se ha disuelto, sin dejar más señales de su existencia que dos medianas baldosas, arrimadas al portón, y algunas mujeres dispersas, inofensivas, en medrosa actitud. La Tribuna se porta como quien es

Al despuntar la mañana, en una de las casas del pueblo se abrió el portón del corral y, precedidos de una mujer, salieron al campo dos soldados de infantería con el uniforme despedazado y sucio: uno de ellos llevaba fusil, y el otro iba sin armamento.

Cuando hubo cerrado la carta, salió del jardín de invierno con paso algo inseguro por lo movedizo del suelo. Abrió una puerta de gran espesor, semejante a un portón de muralla, y tuvo que llevarse una mano a la gorra al mismo tiempo que le envolvía una tromba glacial. Se vio en uno de los paseos del buque.

Un instante después estaba fuera: el portón de las Hijas de la Salve giró sin ruido sobre sus goznes; Pepe permaneció unos instantes junto a la misma entrada del convento, inmóvil, vencido del dolor, queriendo y sin poder llorar... Anduvo unos cuantos pasos... Miraba y no veía lo que tenía delante... El eco del portazo no se apagaba nunca en sus oídos.

Palabra del Dia

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