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Actualizado: 23 de noviembre de 2025
Proseguí diciendo: «Que por estorbar los grandes hurtos, mandábamos que no se pasasen coplas de Aragón a Castilla, ni de Italia a España, so pena de andar bien vestido el poeta que tal hiciese, y, si reincidiese, de andar limpio un hora».
Tampoco puedo explicarme cómo los periódicos, que atisban el menor de nuestros defectos para publicarlo inmediatamente permanecen ciegos para el Hombre-Montaña.... Debo confesar, sin embargo, que yo también he vivido en esta ceguera inexplicable, y sólo anoche vi la realidad, gracias á la sugestión de un poeta eminente, el más grande de todos los poetas que hoy existen, y después de esto casi resulta inútil que os diga su nombre.
¡Cuán ajeno estaba el poeta de que la estrella de sus sueños le hacía descender de un modo tan odioso en la escala zoológica!
Lo repetimos: la Catedral es un museo, un archivo, una biblioteca inmensa, donde el artista, el poeta, el arqueólogo, el historiador, todos los que aman el pasado, encontrarán inagotables tesoros. Pues si la consideramos ya como edificio, como obra de arquitectura, como templo gótico, ¡qué nuevas maravillas, qué riqueza, qué grandiosidad, qué excelsitud!.....
Respondióme Cilenio á lo vellaco Con no sé que vislumbres de ironia: Esto que se recoge, es el tabaco, Que á los vaguidos sirve de cabeza De algun poeta de celebro flaco. Urania de tal modo lo adereza, Que puesto á las narices del doliente, Cobra salud, y vuelve á su entereza. Un poco entonces arrugué la frente, Ascos haciendo del remedio estraño, Tan de los ordinarios diferente.
En lo que no han tenido que afanarse tanto los eruditos ingleses como los españoles, es en averiguar quiénes eran, de dónde procedían los personajes que ponía en acción su poeta.
Obsérvalo D. Juan, amante de Dorotea, y siente nacer en su alma rabiosos celos. En la escena siguiente nos transporta el poeta á los jardines del Alcázar, en donde se divierte la bella dama, y en donde el infante D. Enrique, que encuentra ocasión de acercársele, queda tan prendado de ella á causa de su ingenio y amabilidad, que desea poseerla á todo trance.
Florencio entonces, con el consentimiento de Leucato, se disfraza de celador de montes para residir, sin obstáculo, cerca de su amada y desbaratar los proyectos del Príncipe. El poeta explota esta situación de la manera más agradable.
Huyendo de los golpes que le contundían, trató de refugiarse en la iglesia; pero cabalmente comenzaba a salir entonces la gente; y aun quiso su mala fortuna que el primero que salía fuera Nilo Chuecas, el colaborador poeta de los Cantares tiernos; el cual, al verse cara a cara con el sabio, le plantó en ella el mejor par de bofetones que se había dado en Villavieja muchos años hacía.
Si gran parte del público candoroso no cae en la cuenta de tamaña crueldad, y si el poeta mismo no tuvo la intención de ser tan cruel, son puntos que importa poco dilucidar, teniendo como tenemos el convencimiento de que la crueldad está en la obra. Y la crueldad pone grima.
Palabra del Dia
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