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Actualizado: 23 de noviembre de 2025
Distínguese de esta clase, por su variada y extraña composición, la titulada El triunfo do inverno, en que aparece muchedumbre de personajes muy diversos, en las más varias situaciones. Las escenas bucólicas de los pastores, al principio de ella, son de las mejores que ha escrito este poeta. La última clase de las obras de Gil Vicente lleva el nombre común de farsas.
Escucha la plegaria del poeta que a cantar se atrevió tu gran Misterio, que antes cantara el arpa del profeta, del ángel el salterio... Mas disculpa, Señora, mi osadía si me atreví a llegar a tu grandeza. ¡Qué madre no perdona una flaqueza...! ¡Perdona, Madre mía! Hijo de españoles, nació en la Habana el 6 de Marzo de 1874.
Pasa el umbral.... No, no es aquí, dijo en sus adentros la verdulera. En este patio hay coches, veo lacayos, escudos de armas ... no, no es esta la casa de mi pobre señor Alfonso de Lamartine. Pregunta á los vecinos, y todos la aseguran que aquella es la casa del poeta.
Este poeta no era ningún genio, en el verdadero sentido de la palabra, como Lope y Calderón, ni tampoco de aquéllos que obligan al arte con su talento á emprender sendas no trilladas; pero poseía gran elasticidad de facultades poéticas para escribir con facilidad, con arreglo al sistema usado en el teatro español.
Como poeta narrativo no tiene superior en Alemania de los presentes ni de los pasados por el interés de los asuntos elegidos, por su fecundidad inagotable y por su maravilloso don para exponer.
Allí donde el poeta no encontraba sino una voluntad ciega incapaz para el bien, la piadosa niña veía un Dios providente y misericordioso, tan misericordioso como terrible, que acogía en su seno a los buenos y mandaba a los malos a penar eternamente; un Dios que, como nosotros, se ablandaba con las súplicas y las lágrimas.
Pero aun esto mismo se olvida; todos los nombres, en fin, acaban por yacer en el olvido, «la muerte de la muerte», que dijo un poeta muy romántico y más triste que un sauce. Creo haber dejado establecida la importancia del bautismo, de ese santísimo sacramento nacido en las orillas del Jordan y adoptado con un éxito evidente por toda la humanidad a través de los siglos.
Lisonjeada en su vanidad de madre, la pobre mujer rompió a llorar. Desde entonces la carrera de Andrés quedó fijada: fue poeta.
¡Phs!... Sí, sí, algunos. Como este relato es una verdadera confesión, declaro que aquel «¡Phs!», pronunciado con indiferencia desdeñosa, quería significar que yo, como gran poeta también, no estaba obligado a admirarme de otros grandes poetas, sino a profesarles tan sólo la estimación debida a los compañeros. Que se me perdone esta flaqueza que confieso. Otros las tienen y no las confiesan.
Es absurdo, por tanto, aplicar á los sainetes de nuestro poeta, como lo han hecho algunos críticos españoles, las leyes rigorosas de la composición dramática, de cuya observancia se exime deliberadamente, por cuya razón desaparecen también las faltas que en este concepto se le atribuyen.
Palabra del Dia
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