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Actualizado: 28 de julio de 2025
Iban todos armados de lanzas y de los pesados y groseros cuchillos llamados parangs, y algunos llevaban cerbatanas de bambú, destinadas a disparar flechas impregnadas del jugo extremadamente venenoso del upas. La piragua se acercaba al islote, navegando a lo largo de la playa occidental, pero con gran trabajo, pues no había agua suficiente, aunque estaba subiendo la marea.
Este pueblo, lo mismo que el anterior y los que encontraremos hasta llegar á López, están á cargo de sacerdotes indígenas; en los demás de la provincia, sus parroquias son administradas por frailes franciscanos. Siguiendo la línea de la playa, la que no habíamos perdido desde que salimos de Pagbilao, continuamos el día doce la navegación en demanda del pueblo de Catanauan.
Seguía creyendo, pero con cierta inquietud, en sus dos horas de aguante. Sí; contaba con ellas. Dos horas y más nadaba allá en su playa sin cansancio.
Conversábamos a orilla del mar, siguiendo la ondulada línea de una preciosa bahía, y admirando desde la playa, los espléndidos efectos de luz que el astro de la noche prestaba a las argentadas ondas. Yo le daba el nombre de esposa y ella repetía el mío con voz suave, angelical.
Pero hay una lengua, un acento universal y formidable que domina y hace callar á las demas lenguas: la del océano.... Al pié del poderoso dique se extiende la vasta playa destinada para los baños de mar.
Todavía me parece estar viendo su palidez cuando, fijos los ojos en la arena de la playa, me decía: «Esto me da miedo.» ¿Estaba loco? No; hablaba muy razonablemente. Parecióme un ser distinguido é interesante. Era un hombre nervioso, con una organización delicada, demasiado delicada para recibir tales impresiones. El mar produce muchos locos.
Una vez que San Antonio de Padua predicaba en la playa, ocurrió que "salieron del agua los peces a quienes predicó y que le oyeron atentos." Prolongaría innecesariamente esta conferencia si mencionara todos los absurdos consignados en las Novenas de los cuales tengo un amplio caudal que constituye una documentación positiva utilísima para la historia de la superstición que apenas desfloro aquí.
Sí, el nuevo matadero; ¿crees que debe emplazarse en la Escombrera, o en la playa de las Meanas detrás de las casas de don Rudesindo? Gonzalo vió el cielo abierto, y, sonriendo de placer, respondió: Yo creo que en la playa de las Meanas estaría bien... Muy abierto aquello... muy ventilado...
El viejo está a tus órdenes. Te llaman Jacob, y no obstante tu nombre es Plock, ¿no es cierto, anciano? Es verdad. Que el ángel me toque con el dedo si yo miento. Bien, señor Plock; ¿tiene usted unos almacenes cuya entrada da a la playa, cerca de la ensenada de Betim'Sah? Es verdad. Que el ángel me toque con el dedo si yo miento.
De un lado, estaban los descendientes de los españoles, más ó menos mezclados, que venían á hacer sus abluciones cotidianas; del otro, los indios que se aprovechaban de una tregua para dirigirse al mercado de la playa.
Palabra del Dia
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