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Actualizado: 14 de junio de 2025


De pie, apoyado contra los postigos entreabiertos, veía evolucionar a Alicia y Juana de Blandieres, bulliciosas y juguetonas, a la linda Mabel con Platel, y a Diana, cuyos cabellos negros se inclinaban complacientemente hacia James Milk.

Y bien, está usted contento de , ¿volveré a verlo? preguntó la señora Aubry, riéndose del dicho del joven. , señora contestó Platel, inclinándose, estoy muy contento; hay en sus salones, en su palacio, algo mejor que el lujo justificado por la sensación del arte; está el arte mismo.

Platel, lleno de inspiración, no cesó de hablar, y las niñas de Blandieres, algo sobrexcitadas por el champaña, elevaron más de lo razonable sus juveniles voces agudas, y se propusieron exasperar a sus vecinos el señor d'Ornay y el flemático James Milk. Huberto Martholl se había colocado al lado de María Teresa; pero Juan, esta vez, se prometió no mirar más hacia ellos.

¿No ha hecho usted prevenir a Max Platel que hoy nos reuníamos aquí, por la tarde, María Teresa? preguntó con aire ansioso la linda Mabel d'Ornay.

Y como Martholl, Platel, Bertrán y James Milk, les tendieran sus brazos auxiliadores, las primeras siluetas finas fueron deslizándose una a una. Entonces el corazón de Juan latió con violencia. Pero pronto su semblante se serenó; lo que él temía, no sucedió; ágilmente, María Teresa saltó sin la ayuda de nadie.

Creo que unos quince días. ¡Oh! no es mucho; habrá que decidirlo a pasar toda la estación; hay tan pocos flirts interesantes... Ya verá usted qué chic es dijo Diana. Pero, ahí viene con Platel: puede empezar a contemplarlo. Hacia el extremo de la larga avenida, dos jóvenes avanzaban.

Al decir esto, señalaba con los ojos los grupos dispersos de los jóvenes que marchaban delante de ellos: Platel y Mabel d'Ornay, Diana y James Milk, las de Blandieres con Martholl y Bertrán, y otras parejas más, todos alegres de sentir la influencia de los fluidos de atracción. Juan, repuso muy excitado: Explíqueme usted de una vez lo que es en su justo límite, ese odioso flirt... ¿El flirt?

Platel continuó: No sabría expresar hasta qué punto soy esclavo de la belleza. Los tonos armoniosos son para sinfonías exquisitas que me encantan, en tanto que la reunión de ciertos colores y formas hacen rechinar mis nervios como el chirrido de una sierra al cortar la piedra.

La mayor hablaba mucho y reía sin cesar; la segunda, más dócil, imitaba a su hermana en todo. Como eran lindas y se mostraban siempre amables, los jóvenes declaraban que las adoraban; a pesar de esto, hasta entonces ninguno se había presentado como pretendiente. Cerca de las mesas, la señora d'Ornay, coloreada por el reflejo de su sombrilla, daba audiencia a Max Platel.

Apenas si, de tiempo en tiempo, les prestaba alguna atención. Una voz sonó de pronto en una risa argentina: ¿Cómo? ¿Platel está aquí y todavía no se le ha oído? ¡es inverosímil! Mabel reclama su trovador exclamó Diana. ¡Aquí está! gritó alegremente Platel, avanzando hacia el círculo formado por las jóvenes.

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