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Actualizado: 31 de mayo de 2025
A pesar de esto, siguió toreando a la fiera y apartándola de los picadores en peligro. Al principio, sus lances pasaron en silencio. Luego, el público, ablandándose, le aplaudió débilmente. Cuando llegó el momento de la muerte y Gallardo se plantó ante la fiera, todos parecieron adivinar la ofuscación de su pensamiento.
Al darse cuenta de que el marino no se conmovía con sus sonrisas y las miradas de sus ojos claros, se plantó ante él, hablándole en catalán. ¿Es usted, y perdone, un capitán de barco al que llaman don Ulises?... Se entabló la conversación. La cocinera, convencida de que era él, siguió hablando con sonriente misterio.
En cuanto tuvo junto a sí a Bonis, le plantó un pie encima, un pie sin zapato, calzado con media de seda. ¡Nene dijo acercándole la cara al oído , apestas a colonia! Y le azotó un tobillo, por encima del pantalón, con el pie descalzo. Bonis se ruborizó no por lo del pie, sino por lo de la colonia; aquel olor era el rastro de su esclavitud doméstica.
En fin, lo que acontece muchas veces en estos, sucedió en la ocasión presente. Los que más gritaban, pudieron más; y quedó decidido que aquel poderoso y terrible animal muriese en regla y dejándole todos sus medios de defensa. Pepe Vera salió entonces armado a la lucha. Después de haber saludado a la autoridad, se plantó delante de María y la brindó el toro.
Pasó don Adrián entre vivo y muerto, y se plantó a la puerta con el altísimo sombrero en una mano y el bastón en la otra, inmóvil, derecho, rígido. Desde allí vio a don Alejandro dando vueltas desconcertadas en el fondo del gabinete.
Desnoyers miró con inquietud el látigo que aún empuñaba su diestra. ¿Si intentaría pegarle como á los peones?... Estaba dudando entre hacer frente á un hombre que siempre le había tratado con benevolencia ó apelar á una fuga discreta, aprovechando una de sus vueltas, cuando el estanciero se plantó ante él. ¿Tú la quieres de veras... de veras? preguntó . ¿Estás seguro de que ella te quiere á ti?
Parece mentira que usted sea de Cádiz. En cuantito venga Isabel, se lo planto en el pico. No hará usted tal, salerosa, porque yo me encargaré de desmentirla. ¡Yo de usted, desaborío! ¡Con esas patas tuertas y esos andares de aperador! Que se le quite, grandísimo gallego. «¡Vuelta con la gallegada», dije para mi, cada vez más inquieto.
Miró a uno y otro lado del pasillo, vio que nadie venía, y cogiendo a la avispa por el talle, a riesgo de quebrarle un ala, la atrajo hacia sí y le plantó en el cuello un beso como no se lo había dado a mujer alguna desde la regencia de Espartero, exclamando: ¡Tú vas a ser mi perdición! ¡Y usted la mía! repuso ella con la voz trémula, como desposada que viera descorrerse las cortinas del tálamo.
Educóse y creció en ella; llegó a ser una gran moza, porque tenía de quién heredarlo, lo mismo que el ser honrada y discreta; y por buena moza, y por honrada, y por discreta, y hasta por muy agradecida, pasaba, y con razón, en el pueblo, cuando se presentó en él, como llovido de las nubes, cierto galán, un baratijero que asombró a Tablanca, no sólo por las maravillas, jamás vistas allí, de la tienda que plantó en un ferial del valle, sino por el encanto de su pico, por la «majura» de su cara y por el rumbo de su porte.
15 y la viña que tu diestra plantó, y sobre el renuevo que corroboraste para ti. 17 Sea tu mano sobre el varón de tu diestra, sobre el hijo del hombre que corroboraste para ti. 18 Así no nos volveremos de ti; nos darás vida, e invocaremos tu Nombre. 19 Oh SE
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