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Actualizado: 23 de noviembre de 2025


Miss Maud, cumpliendo la promesa hecha á Tragomer, cogió una silla y la llevó al lado del piano, á dos pasos de la cantante. Tragomer, Sorege y Jacobo, como si estuvieran de acuerdo, se dirigieron á la puerta de la estufa.

¡Ah, , es verdad! ¡Pues, señor, ese bruto del piano se empeña en que yo no baile con Rosario esta noche! Todos parecían inquietos y nerviosos como si fuesen a entrar en fuego. Los más atrevidos salieron con paso rápido al medio de la sala y se acercaron a las jóvenes, disimulando su emoción con una sonrisa petulante.

Keleffy, que discernía la suma de verdadero afecto mezclada en aquella fiesta de la curiosidad y sentía desde su llegada a América como si constantemente estuviesen encendidos en su alma dos grandes ojos negros; Keleffy a quien fue dulce no hallar casa, donde sus últimos dolores, vaciados en sus romanzas y nocturnos, no hubiesen encontrado manos tiernas y amigas, que se las devolvían a sus propios oídos como atenuados y en camino de consuelo, porque «en Europa se toca decía Keleffy , pero aquí se acaricia el piano»; Keleffy, que no notaba desacuerdo entre el casto modo con que quería él su magnífico arte, y aquella fiesta discreta y generosa, en que se sentía el concurso como penetrado de respeto, en la esfera inquieta y deleitosa de lo extraordinario; Keleffy, aunque de una manera apesarada y melancólica, y más de quien se aleja que de quien llega, tocó en el piano de madera negra, que bajo sus manos parecía a veces salterio, flauta a veces, y a veces órgano, algunas de sus delicadas composiciones, no aquellas en que se hubiera dicho que el mar subía en montes y caía roto en cristales, o que braceaba un hombre con un toro, y le hendía el testuz, y le doblaba las piernas, y lo echaba por tierra, sino aquellas otras flexibles fantasías que, a tener color, hubieran sido pálidas, y a ser cosas visibles, hubiesen parecido un paisaje de crepúsculo.

Harvey se inclinó al oído de su hija: Es el pianista que acompaña á la cantante. Nuestra estrella no tardará en aparecer. Misa Maud se aproximó al músico y le condujo al piano, que ocupaba todo un ángulo del salón. En estos momentos llegaron otros invitados y unas cincuenta personas se agruparon según sus simpatías.

La cruz, que había estado en la calle, se colocó en una gran sala baja, donde hay piano, y nos dio Pepita un espectáculo sencillo y poético que yo había visto cuando niño, aunque no lo recordaba. De la cabeza de la cruz pendían siete listones o cintas anchas, dos blancas, dos verdes y tres encarnadas, que son los colores simbólicos de las virtudes teologales.

Pero durante la velada sintió la necesidad de descargar en alguien la cólera interna que le venía royendo desde su último viaje á Buenos Aires, é interrumpió al cantor. Oye, gringo: ¿qué es eso de tu nobleza y demás macanas que le has contado á la niña? Karl abandonó el piano para erguirse y responder.

Y diciendo esto, levantose de la caja del piano próximo un murmullo vivo, que pronto fue un lamento, expresión de iracundas pasiones. Era la elegía de los dolores humanos, que a veces, por misterioso capricho de estilo, usa el lenguaje del sarcasmo. Luego las expresiones festivas se trocaban en los acentos más patéticos que pudiera echar de la voz misma de la desesperación.

Todavía recordaba las palabras que había oído en noche ya lejana, cuando en uno de esos momentos de tranquilidad demasiado raros, había cedido a la insistencia de una multitud alegre, y se había puesto a tocar el piano.

Eppur, si muove proseguía, pues era hombre erudito hasta cierto punto, sabía un poco de italiano porque había oído cantar muchas óperas y conocía las palabras que se atribuyen a Galilieo, así como varias otras sentencias expresadas en la lengua de Dante; verbigracia: Chi va piano, va sano e va lontano.

El mismo D. Evaristo Feijoo le siguió de mal humor, diciéndole con desabrimiento que no le gustaban los cafés de piano, y que el género y la sociedad no debían ser de lo mejor en aquellas alturas. Estuvieron solos algunos días. No veían por allí caras de amigos, hasta que una noche se apareció en el local una pareja conocida. Eran Feliciana y Olmedo, el estudiante de farmacia amigo de Maxi.

Palabra del Dia

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