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Actualizado: 21 de mayo de 2025
En efecto: había existido años atrás una señora muy linajuda, llamada Doña Guillermina Pacheco, corazón hermoso, espíritu grande, la cual andaba por el mundo repartiendo los dones de la caridad, y vestía humilde traje, sin faltar a la decencia, revelando en su modestia soberana la clase a que pertenecía. Aquella dignísima señora ya no vivía.
Sufría privaciones; el hambre rondaba en torno de él señalándolo como uno de sus siervos; pero pertenecía, por su aspecto y sus costumbres, a la raza de los felices. Era un señorito.
Necesitaba ver á René. Pertenecía al mismo cuerpo de ejército que Julio; tal vez estaban en lugares algo lejanos, pero un automóvil puede dar muchos rodeos antes de llegar al término de su viaje. No necesitó decir más. Desnoyers sintió de pronto un deseo vehemente de ver á su hijo.
Además, no pertenecía a la raza de los lechuguinos y petimetres con quienes tropezaba a todas horas en los sitios que frecuentaba, seres cortados por un patrón, sin espontaneidad alguna, con los mismos vicios, las mismas vanidades y hasta los mismos chistes.
Aunque hablaba bien el inglés, su manera de hablar en español y francés revelaba el acento del alemán meridional, como su fisonomía revelaba al israelita. Nosotros teníamos nuestros motivos para creer que pertenecía á la raza industrial de otro compañero de diligencia, comisionista hordelés que charlaba hasta por los bolsillos, sin perjuicio de los codos.
No estaba solo en el mundo: tenía un hijo que podía responder por la deuda del padre... Pero esta esperanza sólo duraba un momento. Su hijo no era francés: pertenecía á otro pueblo; la mitad de su sangre era de diversa procedencia.
El conde de Castellar trajo al Perú gran fortuna, cuya mayor parte pertenecía a la dote de su esposa, dama española que se hizo querer mucho en Lima, por su caridad para con los pobres y por los valiosos donativos con que favoreció a las iglesias. De él se decía que entró rico al mando y salió casi pobre.
¡Eso no, eso no, don Tomás; primero morir de hambre! Y en efecto, sí, el hambre, una pobreza triste y molesta amenazaba a la viuda si no solicitaba sus derechos pasivos. Ana dijo que prefería reclamar la orfandad que le pertenecía como hija de militar.
La cofradía de los sacerdotes naturales de Madrid, á la cual pertenecía Lope, así como los cómicos de la capital, celebraron también sus funerales, pronunciándose en ellos oraciones fúnebres. Los sacerdotes lo alabaron como á santo, diciendo que era tan superior por su ingenio á todos los clásicos de la antigüedad, cuanto por su religión á los paganos.
Al extremo de la cubierta de paseo jugueteaban tres niños vigilados por una institutriz. Tal vez les pertenecía aquel libro que había hecho pasar á Gillespie cuatro horas de continuos ensueños, inmóvil en un sillón, mientras por el interior de su cráneo desfilaban las escenas de una historia tan interesante como inverosímil.
Palabra del Dia
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