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Actualizado: 18 de mayo de 2025
Su labio inferior se alargó con displicencia y sus ojos brillaron maliciosamente como diciendo: "¿Y a mí qué?" Después se acordó del saludo a su juvenil ex perseguidor, de aquella inoportuna vuelta de cabeza. Un sentimiento de vergüenza volvió a acometerla. Sus mejillas lo atestiguaron adquiriendo un poco más de color. Tornó a llamarse para su fuero interno, tonta, imprevisora, loca.
Ninguno, si no es insensato, puede negar en esto la fe á S. Agustin, porque era este Santo Doctor enemigo y capital perseguidor de la mentira: sabía cómo habian de observarse las cosas expuestas á los sentidos como el que mejor: refiere un hecho, que si fuera falso, tuviera contra sí todo el pueblo de Milan, que le daría en rostro la mentira.
De vez en cuando, Celinda, que llevaba siempre una gran ventaja sobre su perseguidor, detenía la velocidad de su caballo como si quisiera dejarse vencer por Watson; pero al verle cerca volvía á salir á todo galope, insultándolo con las mismas palabras que inventaron los gauchos en otros tiempos para burlarse de la torpeza de los europeos en los usos del país y de su inferioridad como jinetes.
Pasáronsenos tres meses en esto, y, al cabo, trató don Alonso de enviar a su hijo a Alcalá a estudiar lo que le faltaba de la Gramática. Díjome a mí si quería ir, y yo, que no deseaba otra cosa sino salir de tierra donde se oyese el nombre de aquel malvado perseguidor de estómagos, ofrecí de servir a su hijo como vería.
Pasáronsenos tres meses en esto, y al cabo trató don Alonso de enviar a su hijo a Alcalá a estudiar lo que le faltaba de la gramática. Díjome a mí si quería ir, y yo, que no deseaba otra cosa sino salir de tierra donde se oyese el nombre de aquel malvado perseguidor de estómagos, ofrecí de servir a su hijo como vería.
De otra parte, por un contraste que parece extraño á primera vista, el pescador ama á todas esas pobres bestias de las que es perseguidor; ha estudiado sus hábitos y género de vida con cierto entusiasmo y procura descubrir sus virtudes é inteligencia.
«Haz lo que debas y suceda lo que suceda.» Así terminó el cura los consejos paternales que le dió, para que siguiese impávida en la senda de la virtud. Á los pocos días, habiendo salido Varmen al olivar para buscar una gallina que se había extraviado, se presentó de repente á su vista el guarda. ¿Huyes? le dijo su perseguidor. ¡Huyes de mí, porque te acusa la conciencia!
Este hombre que así se nos entró anoche, por la justicia perseguido, a ampararle obligándome, de tal manera se me ha entrado en el alma, que en él vivo y en él muero, y ansio lo que no sé a qué violento término, ni nunca vista ni oída pasión puede llevarme. ¡Ay, cielos tiranos, que habéis hecho que cuando yo ame, ame de tal manera, que sobresaltos de muerte sean los comienzos de mi amor!... Escucha, oye, atiende, Florela; mira lo que en este papel me dice, y cuán preñado está de peligros y temores; que él sabe, porque yo en mal hora se lo he dicho, el crudo enemigo que sedienta me tiene de desagravio; y yo me acongojo viendo en estas casi desembozadas razones del papel que el alma mía me ha escrito, que él se ha puesto en términos de darme cumplida venganza, si pudiere, de ese mi impío perseguidor; y sabe, Florela, que ese enemigo de mi reposo puede tanto y a tanto llega, que posible hallo que con una nueva desgracia aumente la saña que en mi desventurado corazón en contra de él, y en vano hasta ahora, se alienta.
Esa condición comporta modos específicos de pensar, sentir y de obrar, variables según su intensidad y el temperamento personal, desde la limosna a los pobres hasta la construcción de templos, desde la simple devoción preservativa hasta el misticismo y el delirio perseguidor, en que se transforma de suyo el delirio exacerbado de las persecuciones.
Tal es el objeto que me propongo en esta carta, y creo que lo conseguiré, haciendo resonar en el fondo de su conciencia aquella voz misteriosa que gritó á San Pablo, perseguidor de los cristianos: «Saulo, ¿por qué me persigues?»
Palabra del Dia
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